En la última reunión de la tertulia Palabra sobre palabra, que se reúne cada quince días en el Hotel Alfonso de Zaragoza bajo la dirección de Paco Ortega, el historiador Enrique Solano reflexionaba sobre El sentimiento trágico de la vida, de Miguel de Unamuno.

Un texto lúcido, doloroso y, como tantos de los ensayos y artículos unamunianos, rabiosamente actual. La figura intelectual de Unamuno atraviesa con trágica luz la historia de España a caballo entre los siglos XIX y XX. Al repasar la larga trayectoria política de Unamuno, y de otros autores de la Generación del 98, Solano lanzó a los contertulios la siguiente reflexión: ¿No tenéis la impresión de que estamos viviendo una segunda Restauración?

Yo, al menos, sí.

Hay argumentos para, con matices, defender esa tesis. Uno: el sistema político español responde a un imperfecto bipartidismo monárquico. Dos: los líderes de los dos principales partidos se turnan en el poder, como ya lo hicieran Sagasta y Cánovas. Tres: la figura del Rey como Jefe del Estado cuenta con una dinastía hereditaria constitucionalmente sancionada para perpetuar su apellido.

No tanto, obviamente, el de la Reina Sofía.

Y es que las reinas, en España y en buena parte de Europa, han tenido que luchar contra mil obstáculos. Comenzando por el machismo imperante en las familias reales y continuando por la siempre larvada amenaza del cuartelazo, una tiranía, un gobierno popular o... la república.

Para meditar sobre lo que ha significado en la historia moderna ser reina de España, Francia, Inglaterra o Suecia parece una más que sugerente opción acercarse este fin de semana al Teatro Principal de Zaragoza para ver Reinas, una apuesta teatral generada por Paco Sevilla y Chati Calvo, dirigida por Blanca Resano e interpretada por doce actrices aragonesas integradas en una reivindicativa plataforma orientada a sacar adelante proyectos como éste.

Las doce reinas, desde Isabel la Católica a Catalina la Grande, desde Juana la Loca a María Antonieta reflexionan sobre su doble o triple condición de mujeres, madres y regentes, aportando una visión de conjunto y un espíritu coral al oficio monárquico, y conmoviendo al espectador, con su simplicidad, sacrificio, majestad o grandeza.