Algunos pequeños incidentes no han conseguido ensombrecer la celebración de la Semana Santa de Zaragoza, reduciéndose al nivel de anécdota, pero en el futuro podrían ir a más, y eso ya serían palabras mayores.

La politización de las celebraciones religiosas --a favor o en contra-- no sólo no es consustancial a la devoción espiritual, sino que se manifiesta en su contra, perjudicando su necesaria imagen de neutralidad.

Las procesiones, los Rosarios de Cristal, las Ofrendas de Flores no son de la derecha ni de la izquierda, ni deberían ser criticadas ni defendidas por partido alguno, sino tratadas en todo momento como lo que realmente son: herencia cultural, historia viva.

Amén --nunca mejor dicho--, de una importante fuente de riqueza. Que, en parte, a falta de estudios definitivos, es mensurable.

A este respecto, la revista Tiempo informa esta semana en un amplio reportaje de Javier Otero sobre los impactos de la Semana Santa en diversas ciudades españolas. Beneficios que sumarían en global unos nada desdeñables réditos de 6.000 millones de euros.

La ciudad, con mucha ventaja sobre las restantes, que mayores ingresos genera alrededor de su Semana Santa es, desde luego, Sevilla.

En la capital andaluza, el número de hermanos asciende a 200.000, esto es, uno de cada tres habitantes. De ese tremendo número de cofrades desfilan anualmente unos 60.000 nazarenos, repartidos entre las 69 cofradías registradas en la capital hispalense. Solo en la famosa Madrugá más de diez mil penitentes y costaleros colapsan las calles.

Durante los días festivos de la Pasión, Sevilla, con una demografía próxima a las 700.000 personas, ve aumentada su población hasta el millón. Hoteles, cafeterías, transportes, toda clase de comercios y servicios se ven reactivados por un consumo que crece y crece.

El resto de ciudades andaluzas, Córdoba, Cádiz, Jaén, no le va proporcionalmente a la zaga, y tampoco puede despreciarse el efecto económico de la Semana Santa en ciudades castellanas como Valladolid, Salamanca o Burgos.

Zaragoza está viendo año tras año crecer su Semana Santa, y con ese fenómeno mejorar su economía. Un bien histórico, cultural y espiritual a respetar.