Como todo el mundo sabe, quien manda en la Casa Blanca y lleva los pantalones no es Barack, sino Michelle Obama. Si alguien quiere realmente conseguir algo, si en ello le va la vida, más vale que se dirija a ella.

Tal como ha hecho muy recientemente, por ejemplo, una niña norteamericana con el padre en paro. Invitada a la Casa Blanca con motivo de la celebración de una actividad denominada Lleva a tus hijos al trabajo, aprovechó para entregar a la primera dama un currículo de su papá y para pedirle un empleo, como si realmente se celebrara Lleva a tu padre un trabajo.

Muy conmovida, Michelle Obama abrazó a esta niña de diez años y le susurró al oído: Lo tengo.

Puesto que la palabra de una primera dama norteamericana es ley desde los tiempos de la señora Truman y noticia desde Jacqueline, doy por hecho que el padre parado de la niña que le pidió trabajo en la Casa Blanca está ya fichando para el Tío Sam.

Siguiendo este ejemplo, los hijos de los parados españoles deberían ingeniárselas para encontrarse en algún acto con Mariano Rajoy y su señora. Para, en lugar de tirarle los trastos a él, tirarle los tejos, laboralmente hablando, a ella. Con la esperanza de que nuestra primera dama --incluso, por qué no, el propio don Mariano--, una vez atendida la petición de un puesto laboral, se arranque a prometer con calor, de acuerdo a la fórmula mágica de Michelle: Lo tengo.

Teniendo en cuenta que son cinco millones los españoles que carecen de trabajo cabe presumir que sus peticiones no podrán ser, en su ambicioso conjunto, resueltas, pero tal vez un parado por aquí y otro por allá vayan escuchando de Rajoy, o de la ministra Báñez, ese mágico Lo tengo. Aunque sea para ocupar plaza de contable del partido, ahora mismo la menos demandada.

Los reyes, los papas, los nobles, los dictadores, los cardenales y UGT de Andalucía gozan aún de la discreción de colocar chambelanes, mayordomos y secretarios, pero puede que ahora, merced al ejemplo de Michelle, los presidentes democráticos se apunten a esta nueva ola de creación de empleo. Popularizando un adagio --Lo tengo-- que perfectamente podría, a modo de varita, encabezar o servir de eslógan--fuerza a una campaña electoral. O al cartón de su trampa.