Carlos Cortés Martínez ya puede volver a moverse con autonomía por Zaragoza gracias a la generosidad de unos anónimos vecinos que, tras publicar EL PERIÓDICO el robo de su silla de ruedas eléctrica que le tenía prácticamente aislado, ayer pusieron 2.000 euros para comprarle una nueva. Por la tarde, Charlie, como se le conoce, ya tenía a su disposición el vehículo y se mostraba emocionado con la generosidad de la gente. «Imagínese, yo con 78 años, que no me podía mover, ahora ya puedo hacer vida normal. Ha llamado mucha gente, estoy muy agradecido», explicaba.

Ayer por la mañana, los benefactores anónimos se pusieron en contacto con el dueño del bar El Perro Negro, Jesús, y según exponía este «al rato se presentaron con un sobre. Hemos ido a comprar la silla, el de (Calzados) Silvio le ha hecho descuento y le ha regalado una cesta, Echeman ha puesto la furgoneta para llevársela esta misma tarde -por ayer-, y le hemos dado la sorpresa. Ha colaborado mucha gente», contaba el hostelero.

Su caso también despertó la solidaridad de la oenegé DYA, que se había puesto en contacto con él para ofrecerle su servicio de ortopedia, con traslado al hospital o una silla propia. Pero Charlie ya tenía la generosa donación anónima a su disposición.

Como publicó este diario, Cortés sufrió hace cuatro años la amputación de una pierna en un accidente de tráfico en el que no fue responsable, y al tener también problemas cardíacos, hace un año tuvo que comprarse una silla de ruedas, que tuvo que ser motorizada porque se cansaba demasiado con una convencional.

Al vivir en un inmueble con ascensor pequeño, se veía obligado a dejar la silla en el rellano y a coger el ascensor con las muletas. Pero la mañana del 16 de noviembre, descubrió que se la habían robado.

Con su pensión de 650 euros no se ha podido comprar otra, y las administraciones y oenegés con las que consultó -y que no quiso detallar, «por respeto»- no le dieron solución. Ayer logró el auxilio de unos anónimos samaritanos para recuperar su vida.