Hace justamente hoy una semana la imagen de Emilia Nájera se colaba en todos los hogares de Aragón. A sus 80 años se convertía en la primera persona en ser vacunada contra el covid en la comunidad y daba paso a un hito histórico antes de que terminara un año aciago. Sin embargo, en un 2020 para el olvido todo no iba a salir bien a la primera y los contratiempos no quisieron faltar ni siquiera al momento de la inmunización con una demora inesperada de 24 horas en la entrega prevista de dosis por parte de Pfizer.

Tras este inicio a rebufo de la inoculación, Aragón recibió el martes su remesa semanal de casi 12.000 vacunas, que han ido a parar ya a casi 40 residencias. La recepción tuvo lugar el mismo día que la comunidad sobrepasaba los 80.000 contagiados por covid desde el pasado mes de marzo. Y, en medio de extrañas casualidades, llegó Nochevieja, Año Nuevo y el fin de semana, lo que obligó a otro parón para que la vacunación se retome mañana. Bienvenido sea ese alto en el camino y ese extraño calendario si las dosis ya están aquí apenas nueve meses después del inicio de la pandemia. Algo impensable para la mayoría, incluso para los científicos. Esta próxima semana se prevé inmunizar a casi 9.000 personas más.

Salud y esperanza han sido las dos palabras innatas que han acompañado a la vacuna en esta semana para la historia, pero también la familia ha tenido su espacio. Muchos mayores, el grupo de riesgo que está recibiendo primero la inmunización, ven en la inyección un paso más cerca el momento de abrazar a sus hijos, de sentir el calor de sus nietos. Ellos han sufrido aislamiento, soledad y demasiado desconcierto en las residencias, cerradas a cal y canto con medidas necesarias (y muchas veces dolorosas) para evitar el ataque del covid. Y así siguen, porque nada ha terminado y, de hecho, la cuarta ola ya es una realidad en Aragón. Sin embargo, moralmente ya creen que están un poco más cerca de los suyos.

Lo cuentan ellos, pero también los directores de los centros y el personal sociosanitario (muchos de ellos ya vacunados) que durante todo este tiempo se han volcado en mantener, en la medida de lo posible, el concepto de residencia como el de hogar. Ellos, los trabajadores, también posan en la vacuna toda su fe tras un peregrinaje por el desierto que se inició con miedo y demasiadas dudas.