EL PATETICO HOSPITAL DE CALATAYUD. Quisiera denunciar el abandono que padeció mi madre, de 76 años, al ingresar el pasado mes de mayo en el hospital de Ernest Lluch de la localidad zaragozana de Calatayud. Y todo por la falta de coordinación en la unidad de Traumatología. Si estos profesionales ni se hablan entre ellos, ¿cómo se van a coordinar con otros especialistas? Mi madre ingresó en el centro para que la operaran de la cadera, tras habérsela roto en una caída. Tuvimos que esperar unos días para que la intervinieran porque, por problemas neurológicos, tomaba coagulantes. Finalmente, mi madre entró en el quirófano el pasado 17 de mayo. A los dos días, ella se encontraba como dormida. Pero uno de los médicos nos decían que era por la anestesia y que ese estado era normal. Pasaron los días y otro de los doctores de Trauma nos informó de que mi madre ya podía marcharse del hospital, pero para eso teníamos que despertarla. Y eso nos resultaba imposible, era como si estuviera en coma. "Es que ustedes no hacen nada por espabilarla", tuvo el valor de decirnos un médico. Y así pasaron varios días, mientras por la habitación de mi madre pasaban distintos médicos con diversos mensajes. Hasta que un día, cuando mi tía estaba con ella, mi madre dio un ronquido extraño. Alarmada, mi tía solicitó indignada que la viera un médico. Tras una discusión, acudió una neuróloga. Los resultados: a mi madre le había dado una parada cardíaca. Y, tras una revisión, vieron que tenía los pulmones encharcados y el estómago destrozado. Entonces, la trasladaron a la unidad de medicina interna. Ahí también nos decían que no había nada más que hacer con mi madre y que nos la teníamos que llevar. Llegado el momento, una enfermera nos lo impidió. En casi ese mes que había transcurrido, en ningún momento se habían traspasado los informes de mi madre. Más vale que, por fin, un estomatólogo cumplió con su profesión. Y mi madre, ahora, hace tres días que ha empezado a reaccionar. Yo me he quedado asustada con las condiciones de este hospital y por la poca profesionalidad. MARI CARMEN M. ZARAGOZA