--Será el quinto año que oficie las campanadas desde el balcón del Ayuntamiento de Zaragoza. ¿Cómo se presenta la noche?

--Va a ser mágica. Seguro.

--Pero no estará nervioso. Con tanta experiencia...

--La primera vez que subí a un escenario como músico tenía quince años. Desde entonces hasta ahora siempre sentido nervios. Ese gusanillo del escenario, que desaparece en el mismo momento de coger el micrófono, es bueno. Significa que te gusta lo que haces.

--No podrá comerse las uvas.

--Es gracioso, pero sí.

--¿Qué sensación da estar en el balcón del ayuntamiento?

--Es emocionante porque es tú ciudad y representa un orgullo y una responsabilidad. Aunque tengas mucha experiencia, estás sólo dando las campanadas. Y siempre tienes miedo a equivocarte. Afortunadamente, en Zaragoza no tenemos cuartos, que son la gran locura.

--¿Un deseo para este año?

--El 31 de diciembre del 2003, ya aseguré ante 5.000 personas que en un año podríamos decir: "la Expo es nuestra". Esta vez pediré que Zaragoza se transforme en la ciudad de futuro que deseamos.