A Manuel López le gustaba que le llamaran Manolo. Era una cuestión de cercanía. La que otorgaba y solicitaba y que ayer emergía en boca de cada uno de los asistentes que acudieron a su capilla ardiente a despedirse del que fuera rector de la Universidad de Zaragoza durante ocho años. López deja huella como máximo responsable de la institución. Ya lo dijo uno de sus vicerrectores: «Será insuperable». Y de ello es consciente incluso el actual rector, José Antonio Mayoral, fiel amigo, cómplice y confidente de López, que ya ha admitido en varias ocasiones que Manuel, Manolo, dejó el listón demasiado alto.

Pero, más allá de su trascendencia profesional, López será recordado por su grandeza personal. «Era, sobre todo, un gran hombre», decían con la voz entrecortada tanto Mayoral, como Javier Trívez -concejal del PSOE en el Ayuntamiento de Zaragoza y vicerrector de Economía con él-. «Su puerta siempre estaba abierta», destacaba José Antonio Gadea, portavoz del sindicato estudiantil EDU.

Ni siquiera en uno de los momentos más delicados de la historia de la institución, cuando, por primera vez, llevó a un Gobierno autonómico a los tribunales por incumplir el modelo de financiación, López perdió la compostura y el talante. Nunca una desconsideración. Siempre la mano tendida. «Para mí, Manolo era una persona de las que se podría llamar sabia, era prudente, conocía muy bien la universidad, tenía una entrega completa a esa institución», resaltó ayer la entonces consejera de Universidad, Dolores Serrat.

El emocionado adiós a un «rector magnífico» y a un «magnífico rector», como destacó Roberto Fernández, presidente de los rectores de las universidades españolas (CRUE), contó con la presencia de las personalidades más destacadas del escenario universitario, cultural y educativo aragonés. La sala de autoridades del Paraninfo, donde fue instalada la capilla ardiente, acogió el féretro, engalanado con el birrete y la toga del exrector y envuelto en la bandera de la Universidad de Zaragoza, su gran pasión. «Ha sido un privilegio haber podido tratar, conocer y profesar amistad a un hombre como Manuel López, inteligente, comprometido, que sirvió bien a Aragón y a España y que fue excelente rector y presidente de la CRUE», indicó Lambán.

DiAlogANTE / «Ojalá que el Dios en el que creía fervientemente le depare todas las expectativas que tenía depositadas en su fe», añadió. «Era una persona excepcional, un hombre que supo concitar acuerdos y aunar voluntades por el bien de la universidad pública. Se necesitan personas como él en estos tiempos», afirmó el alcalde de Zaragoza, Pedro Santisteve.

El cambio de Gobierno rescató la buena relación entre ambas instituciones. «Haber podido lograr el acuerdo de volver a establecer ese diálogo entre la universidad y la comunidad autónoma fue un buen broche para cerrar su etapa como rector», indicó la actual consejera, Pilar Alegría.

Porque Manuel López no se encontraba a gusto entre la polémica. No era su terreno. No iba con él. Así lo exponían los que mejor le conocían, pero la universidad estaba por encima de todo. Y eso no era negociable, como recordó el catedrático José Ángel Blesa, que destacó la «entrega» de López a la universidad. O Guillermo Fatás, que resaltó la «templanza, entereza y firmeza» de su carácter. «No cedía terreno cuando él creía que estaba cumpliendo con su deber», añadió.

El funeral, en la parroquia Santa Rafaela María, despidió en la más estricta intimidad a López, «un buen rector y un gran valedor de la universidad y del conocimiento», como le definió la presidenta de las Cortes, Violeta Barba, que también acudió a la última lección de Manolo.