Las rachas de viento registradas anteayer en el aeropuerto de Zaragoza, que sufrió inundaciones y voladura de lamas, alcanzaron 157 kilómetros por hora, un viento huracanado que, sin embargo, no quedará en la historia meteorológica. Según explicó el delegado territorial de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) en Aragón, Rafael Requena, esta racha fue captada por un sensor aeronáutico en la cabecera de pista del aeropuerto, y por tanto no puede ser homologado. Pero esto no quiere decir que el registro no sea histórico.

De hecho, en la estación que sí está certificada por la Aemet en el aeródromo zaragozano la racha registrada fue de 135 kilómetros por hora, que será, con toda probabilidad, la que quede homologada en los registros. Y esto supondrá igualar un récord que databa del mes de febrero de 1954. Con la agravante de que, hasta 1954, el anemómetro estaba ubicado a 20 metros de altura, no a los 10 a los que está desde 1986, por lo que los registros serían mayores.

La racha alcanzada por el viento, que en la zona no solo inundó el aeropuerto sino que originó una decena de intervenciones de bomberos por caída de árboles de gran porte -terminaron de retirarlos ayer por la mañana-, es prácticamente el registro máximo histórico en las estaciones principales de Aragón. Solo la de Huesca la supera, por los pelos, con los 136 kilómetros por hora alcanzados en 1984. Pero Requena advertía de que solo se registran estas principales, por lo que «nunca sabremos cuál fue el récord real».

Tanto esta tormenta como la de Longares, que de hecho fue la misma, están bajo estudio de los técnicos de la Aemet como posible fenómeno singular. Aunque las tormentas en verano son habituales, el hecho de que fueran tan rápidas y destructivas, además del fenómeno del splitting (la tormenta se partió en dos llegando desde el sur, pasando por al este y oeste de la capital aragonesa), está siendo objeto de análisis por parte de los meteorólogos, que ayer se desplazaron a Longares para analizar los daños.

Curiosamente, la tormenta se desarrolló en dos fases, y mientras la primera, mayor, causó los destrozos de Longares, la aparentemente más pequeña fue la que originó los mayores registros de viento en Zaragoza.