Ya no celebramos estrictamente el Día de los Difuntos, sino la anglosajona Jalogüín , y en consecuencia el personal humano, en vez de comprar huesos de santo en las pastelerías, se baja al videoclub a alquilarse una película de miedo. Lo más religioso que le está quedando al 1 de noviembre es el argumento de El Exorcista y los funerales por quienes hayan fallecido en las carreteras durante el goloso y agitado puente festivo; pues cómo habrán sido de automovilísticos y empachados estos días que hasta los accesos al cementerio de Zaragoza se vieron colapsados por la insensata costumbre de ir con el coche a todas partes.

Claro que para noche de miedo la de hoy, que eligen presidente nuestros primos yanquis. Dicen que esta campaña electoral ha sido tan intensa en los USA que la gente de allí sólo quería que llegase la hora de votar... y a ver qué pasa. Pero aquí, aunque no votamos, estamos literalmente en vilo. Porque manda tanto el Imperio y se supone que tiene tal influencia sobre nuestras vidas, que además de hacernos cambiar los Reyes Magos por el Papa Noel es capaz, según quién ocupe la Casa Blanca, de determinar el presente y el futuro. Sobre todo, digo yo, si en el Despacho Oval se queda mister Bush en vez de mister Kerry.

Bastantes españoles vieron el domingo por la noche en La 2 un reportaje en el que muy finamente se explicaba la influencia que tiene el integrismo evangelista en Bush y su Administración; por lo cual ayer aún había más gente acongojadita perdida ante lo que pueden ser otros cuatro años con el tejano (¡y encima éste sería el mandato en el que George W. podría soltarse el pelo, pues ya no estaría constreñido por la reelección!). No os preocupéis, les tranquilizaba yo, no es la primera vez que el único Dios verdadero amenaza a la humanidad por intermedio de sus ministros y siempre hemos sobrevivido. Aguardemos con calma y recemos, eso sí, para que los republicanos no perpetren otro pucherazo.