Finalmente, el grupo francés PSA ha comprado Opel-Vauxhall. Atrás quedan meses de tanteos mutuos y contratos cruzados (que, sin embargo, no nos dieron pista alguna de lo que iba a suceder), y múltiples contactos institucionales al más alto nivel de los que, por supuesto, nos fuimos quedando fuera. Estamos en otro mundo. Aragón tiene una autonomía y un gobierno a través de los cuales se han llevado a cabo operaciones más fantasmagóricas que otra cosa. Como si lo nuestro fuese el aspecto chusco y foklórico de la economía ficción. Eso sí, cada vez que un servidor de ustedes alude a tal circunstancia, los positivos me caen encima restregándome la Opel por la cara, como si aquel feliz desembarco justificase todas las quimeras anteriores y posteriores. La leche.

A lo largo del mes pasado, Carlos Tavares, presidente ejecutivo de PSA, mantuvo contactos y entrevistas personales con mandatarios (jefes de gobierno y/o ministros) y líderes sindicales de todos los países involucrados en la adquisición de Opel: Alemania, Francia, Reino Unido... y al final, España. No consta que haya hablado con representante alguno del Ejecutivo aragonés o de los sindicatos.

Se supone que lo mejor es esperar, mantener un perfil bajo y confiar en las virtudes esenciales de la planta de Figueruelas, cuya productividad y buenos datos están fuera de toda duda. Es cierto que ni el citado Tavares ni ningún portavoz oficial de PSA han garantizado el mantenimiento de los puestos de trabajo que nos afectan. Así que sólo queda apostar por el optimismo, ya que no sabemos ninguna cosa concreta. En buena medida un aspecto fundamental del presente y el futuro de Aragón nos resulta tan ajeno y está tan fuera de nuestros alcances que lo mismo podría decidirse en la más lejana de las galaxias. Es posible que no quepa hacer nada ante tal situación. Pero resulta muy perturbadora.

Claro que en Aragón no dejamos de estar entretenidos con nuestras cosas. El barullo de los presupuestos, de la ley de capitalidad ya acordada, de lo que Echenique dice de Gimeno, de lo que Lambán dice de Echenique... y de ese ayuntamiento cesaraugustano que es el crisol de la política aragonesa y aun española, el arrecife donde rompen las marejadas de una Comunidad y una ciudad envueltas en oscuras pero cruentas luchas por el poder.

Pase lo que pase con la Opel o el 010, el PP disfruta de la buena vida. Da gusto ver a sus hombres fuertes (Rudi ya no corta el bacalao) reuniéndose para estrechar lazos en los restaurantes de Zaragoza. Aparecen tan majos y rozagantes que casi entran ganas de advertirles que no se confíen tanto, que quedan dos años hasta las próximas autonómicas y municipales, y dos años, ahora mismo, son una eternidad. Pero no creo que nada pudiese sobresaltarles. Jamás habían estado tan cómodos en la oposición, tan relajados, tan seguros de que no es preciso esforzarse porque las izquierdas se bastan y se sobran para apuñalarse mutuamente y neutralizarse de manera definitiva.

A la postre, se trata de limitarse a esperar. Lo que sea sonará. O ya nos dirán qué hemos de hacer... los que mandan.