L a cooperación descentralizada, aquella que se ejerce desde las administraciones autonómicas y locales, resulta imprescindible dentro del nuevo sistema de cooperación que las oenegés aragonesas, junto a las del resto del país, pretendemos impulsar para transformar el mundo. En la propia etimología de las palabras reside la clave.

Sistema viene del griego y es un conjunto de reglas o principios, lo que tratamos de renovar. Y cooperar, del latín cooperari, significa obrar junto a otros por un fin común. Frente a un enfoque centralista y vertical, la cooperación descentralizada irrumpió en los años 90 e involucró a la sociedad civil. Hoy es la seña de identidad del sistema español de ayuda al desarrollo.

La obra de las oenegés de desarrollo, apoyada, exigida y creada con y desde la ciudadanía, necesita una actualización en sus principios y criterios. Necesita la definición de un nuevo sistema dotado de capacidades, proactivo, coherente y coordinado. Estos principios deben responder, también en Aragón, a los retos actuales desde un foco feminista, ecologista y promotor de derechos y paz.

Sin duda, ha de ser una cooperación que priorice la coherencia de políticas para el desarrollo sostenible, en línea con la Agenda 2030. Este sistema fuerte, actualizado y dotado con los recursos necesarios, hará que las sociedades que cooperan ganen dignidad, justicia social, democracia y paz.

La desigualdad agravada y la pobreza, la crisis climática y medioambiental y las migraciones forzosas nos obligan a diseñar políticas activas para acelerar la transformación que la cooperación al desarrollo se pone como meta y propiciar otra forma de globalización, en la que todas las personas y sus derechos sean respetados. Ante estos retos, la cooperación descentralizada es imprescindible y debe ser también renovada y hacerse fuerte y visible.

La educación para el desarrollo y la ciudadanía global es clave en esa transformación, entendida como un proceso social, político y educativo. Cada día es más necesario tener una ciudadanía con conciencia crítica, responsable e inclusiva.

El proyecto de la nueva ley aragonesa de cooperación está en el escenario para asumir el reto de crear un nuevo modelo de cooperación descentralizada, mejorar la participación y la colaboración con las oenegés aragonesas y todos los agentes. Debe estar basada en el diálogo y la coherencia de políticas públicas que contribuyan a que Aragón disponga de vías abiertas, participativas y eficaces de expresión de la solidaridad aragonesa, desde el territorio y hacia el territorio.

Y lo más importante: la nueva ley ha de poner las bases legales y ser vinculante para que no haya un paso atrás en los compromisos adquiridos y en la trayectoria construida conjuntamente para la consecución de un fin común. H