Las fiestas navideñas no serían lo mismo sin las clásicas conversaciones de sobremesa. Este año he tenido la fortuna de compartir unas cuantas, reparando en un hecho irrevocable: si existe algún lugar en el que la diversidad se expresa en su paradigma, es precisamente el de las comidas navideñas. La variedad de juicios, opiniones, valores y experiencias provocan que ni hablar del tiempo esté ya libre de juicios ideológicos. Casi cualquier materia divide a las mesas ya no en dos Españas, sino en casi tantas como comensales reúna el banquete. No se trata de un hecho sorprendente, pero sí una circunstancia digna de recalcar, que me conduce a una inevitable reflexión: si una empresa quiere sobrevivir en este heterogéneo y complejo contexto social, el único camino es apostar firmemente por estrategias de Diversidad & Inclusión (D&I). Y creo que si hubiera un tema digno de alcanzar el consenso en cualquier reunión, sería precisamente éste.

Es cierto que aún conviven dos corrientes de opinión. La primera sigue identificando las iniciativas de diversidad con argucias de márketing; mientras que la segunda cree en ella como única apoyatura para innovar y competir en un mercado diverso por naturaleza. Pero si bien siguen latiendo esas dos pulsiones, la última no deja de ganar adeptos en favor de la primera. Así lo demuestran iniciativas pioneras como #CEOporlaDiversidad, que el pasado año unió las voluntades de 61 CEO en torno a una visión renovada de la diversidad, que la concibe como núcleo de negocio y no como mero añadido.

Recalcar que dicha diversidad es solo el mástil que ha de alzar la bandera de la inclusión y de ahí el binomio ya inseparable de las siglas D&I. De nada sirve contar con un equipo diverso si no está integrado, cohesionado y no siente los retos organizacionales como suyos. Todo un desafío que no puede afrontarse sin el compromiso certero de la alta dirección, y recalco certero, consciente de que si se aplican estrategias de D&I sin creer realmente en ellas, la herida se cierra estando abierta y el parche termina despegándose con el tiempo. Ahora bien, las estrategias de D&I trascienden, con mucho, el ámbito corporativo, convirtiéndose en una herramienta para la generación de bienestar social y en un instrumento clave para la ratificación de los principios de la carta social europea. En Aragón, comunidad que ha visto crecer su índice de pobreza durante el último año, hasta alcanzar el 18%, las estrategias de diversidad se posicionan como un elemento clave para reducir el desempleo, al contar con todo el talento disponible, sin sesgarlo, y también la exclusión.

Aunque lejos del ideal, hoy podemos decir que el camino hacia la plena inclusión ya ha comenzado y es imparable. En un contexto globalizado, de intercambio cultural pero también de desaceleración, la diversidad se convierte en el único camino para despejar el futuro del tejido empresarial y garantizar el futuro de una democracia equitativa.