Vivimos en un mundo eminentemente fotográfico.

Cada día vemos imágenes en televisión, en prensa, en revistas, en redes sociales, de campañas políticas, de publicidad, memes, fake news… Estas imágenes nos hablan. Cada imagen contiene, al menos, un mensaje. Pero este mensaje nos llega, por así decirlo, encriptado.

Sin embargo solemos consumirlas sin mirar la etiqueta, pero cada imagen debe ser leída (comprendida) dependiendo de muchos elementos. Es un riesgo muy alto consumir cualquier producto sin leer cuál su composición, quién es su productor y cuál su lugar de origen. ¿Por qué no hacemos lo mismo con las imágenes? El riesgo también es alto y las consecuencias pueden estar en la política, la salud, el transporte, la seguridad…

Pero ¿cómo garantizamos una producción y difusión honesta de los millones de fotografías que se producen y difunden? ¿Existe una OMS para la fotografía? No y además es imposible. Pero lo que sí podemos hacer es un ejercicio reflexivo sobre ellas. Una mirada que sea parte de nuestra cotidianidad personal, cultural, social y política.

Propongo que cambiemos el punto de vista.

Preguntar a las imágenes que nos rodean es un ejercicio que ha de hacerse conscientemente. Puede resultarnos obvio describir una fotografía, pero a veces puede no ser tan fácil reflexionar sobre las imágenes, entre otros motivos porque para ello es necesario, no solo el conocimiento histórico, social, científico o cultural del contexto en el que se toma y distribuye, sino también la formación en cultura visual.

En el colegio tenemos materias de Historia, de Ciencias Sociales y de la Naturaleza, Matemáticas y Lengua. Sin embargo, ¿dónde aprendemos a leer una fotografía? ¿Quién nos explica los referentes y modelos tomados de la cultura visual de las imágenes? ¿Quién nos enseña la diferencia entre ver y mirar? ¿Quién nos educa para comprender las imágenes que nos rodean e ir más allá de la superficie estética?

Para desarrollar una mirada crítica necesitamos formación e información, es decir, aprendizaje. De la misma manera que aprendemos a entender un texto, es necesario aprender a entender una imagen. En un momento en el que las Humanidades están siendo puestas a prueba e interrogadas constantemente; en el que nos preguntamos por la ética de las empresas, pero no de las imágenes; en el que hablamos de la filosofía de las marcas, pero no de las personas; en donde nuestro entorno social y personal se desarrolla en una suerte de jungla visual, debemos ser más exigentes y reflexivos con la educación que recibimos. Solo con una formación que incluya la historia, la filosofía, la retórica, el arte y, entre otras, la cultura visual, seremos capaces de preguntar ¿de dónde viene esta fotografía, a dónde va y qué quiere de mí?

[*SOLUCIÓN: Si usted ha pensado en Bruce Willis saltando de aquí para allá heroicamente para defender el edificio donde trabaja su esposa es que ha hecho una conexión con un referente visual que le ha traído a la memoria no solo escenas, sino también un contenido y explicación para ellas. Una metáfora quizás del contenido de la columna. Y es que todas las imágenes que ve cada día también tienen unos referentes que les dan ciertos significados, pero si no los conocemos nos quedaremos solo en un acceso muy superficial de lo que esas imágenes significan en un contexto dado y seremos más influenciables frente la información visual que nos llega.]