-Su padre es un reconocido periodista de guerra turco, Adnan Gerger. El activismo lo lleva en los genes.

-Sí, mi padre es escritor, periodista y ha estado en muchas guerras internacionales. La vivencia desde pequeña de hablar de asuntos importantes en la cena me imagino que habrá modelado mi perspectiva mucho más que los genes. El pensamiento crítico y analítico, la sed de conocimiento más allá de lo que cuentan las televisiones, o de lo que no cuentan, me empujó a ser activista. Desde la infancia, esa misma perspectiva que hizo que me interesara en lo que había más allá de donde vivía, se ha convertido en un privilegio que con el tiempo he podido usar para aportar mi granito de arena a través del activismo.

-¿Cómo comenzó a involucrarse en movimientos sociales?

-Teniendo en casa la justicia social a través del periodismo y la literatura, sin ser muy consciente empecé a informarme desde el instituto sobre diferentes movimientos. Con el inicio en la carrera de Relaciones Internacionales en la universidad, esa inquietud se convirtió en formación sobre Derechos Humanos. Mi primer trabajo de campo fue en un pueblo despoblado tras el intercambio de personas entre Grecia y Turquía. Fueron las personas que conocí allí, con sus luchas e historias, las que me empujaron aún más hacia al campo de los Derechos Humanos. En Ankara, creamos un espacio para hablar de derechos de LGBT. Posteriormente, fui la delegada de Turquía en el Congreso Mundial de Juventud en Escocia, donde decidí involucrarme más activamente en movimientos sociales. Después, me uní a ACNUR en Ankara para ayudar a las personas refugiadas.

-¿Cree que el activismo puede cambiar el mundo?

-La esperanza en el ser humano es la razón principal de mi activismo. Sí, las cosas pueden cambiar, transformarse. Yo pienso que las personas tenemos poder, voz y también debemos tener la acción. He tenido la suerte de ver cambios de actitud con mis propios ojos. He visto familias llenas de odio, sin poder nombrar al otro; con el tiempo y con el dialogo acaban cenando juntas, llorando juntas. Puedo decir que mi activismo ha florecido mucho desde el positivismo, desde la construcción y el diálogo.

-¿No es una tarea demasiado grande?

-Hay mucho que cambiar en el mundo y es una tarea demasiado grande, sí. Pero creo que cambiar el mundo no es tarea de nadie en concreto, lo que tiene que cambiar son las personas. Somos las personas las que creamos la injusticia social, ecológica, económica y de género. Somos la razón por la que queremos que las cosas cambien en el mundo. El lema de cambiar el mundo significa cambiar comportamientos, cambiar espacios empezando desde lo que tenemos más cerca, desde lo tuyo, e ir contagiando a más personas hacia un cambio más comunitario, una transformación social.

-Es presidenta de la Federación Aragonesa de Solidaridad desde el 2018, ¿cuál es la labor de esta red?

-La FAS es el referente de la solidaridad aragonesa y el interlocutor válido entre la sociedad y las administraciones públicas en materia de cooperación al desarrollo. Nos dedicamos a coordinarnos entre las 46 oenegés que la formamos, y realizar acciones para fomentar el dialogo, la Educación para el Desarrollo, la sensibilización y la promoción de la participación.

-¿Qué objetivos se plantea la FAS de cara al nuevo curso?

-Son varios y diversos. El cumplimiento de los pactos firmados a nivel local y regional es uno de los objetivos principales. Eso significa no permitir ir ni un paso atrás en las políticas de cooperación que hemos conseguido a nivel local y llegar a 0,7% en el Ayuntamiento de Zaragoza. Por otro lado, la implementación de la Estrategia Aragonesa para Educación para el Desarrollo y la Ciudadanía Global en los ámbitos en que el Gobierno de Aragón tiene competencias directas es otro de los objetivos con los que arrancamos el curso. Queremos aumentar el consumo de Comercio Justo, queremos tener una nueva Ley de Cooperación Aragonesa que facilite a las organizaciones locales los procedimientos administrativos de la gestión de las subvenciones y adaptarlos a la compleja realidad del trabajo en cooperación internacional. También trabajaremos para establecer mecanismos para que las distintas políticas públicas contemplen y eviten los posibles impactos negativos en los países empobrecidos.

-La FAS cumple 25 años, ¿qué logros puede destacar en esta larga trayectoria?

-Los logros de la FAS en estos 25 años de vida son indiscutibles. Hemos conseguido hacer del logro de la cooperación aragonesa un logro colectivo. Además de llegar a millones de personas, a través de miles de proyectos, uno de los logros más grandes es la evolución del voluntariado y la profesionalización de las entidades, y la capacidad de provocar un cambio social y hacer incidencia política para favorecer cambios legislativos. La FAS ha recibido numerosos premios y reconocimientos, como la Medalla al Mérito Social en el 2001, el nombramiento de Hija Predilecta de la Ciudad de Zaragoza en 2011 y la distinción Estrella de Europa en 2016. En el 2017 la FAS recibió uno de los Premios Aragoneses al Voluntariado otorgados por el Gobierno de Aragón.

-También es coordinadora de la Asamblea de Cooperación Por la Paz (ACPP).

-La ACPP, además de ser una oengé para el desarrollo, es un punto de encuentro de personas que aspiran a vivir en un mundo basado en la dignidad, la justicia y la igualdad. A través de nuestros proyectos promovemos un desarrollo autónomo, en el que es innegociable el respeto, en el que mujeres y hombres deben ser igualmente protagonistas. Por eso, consideramos que la implicación de las organizaciones sociales del Sur es imprescindible.

-¿La sociedad es solidaria?

-Vivimos en una época de contradicciones. Por un lado, cada día todo está más conectado y a su vez la grieta es cada vez más insalvable. Aumenta la injusta redistribución de la riqueza, las desigualdades y violencias de género, la crisis climática, las vías inseguras para las personas… Por un lado tenemos la Agenda 2030 como una hoja de ruta que permite progresar con la firma de 196 países. La solidaridad por la justicia social y climática es necesaria y va a seguir siendo necesaria, y tendrá que ser uno de los valores de nuestra supervivencia.