El ocaso del 2019 quizá sea el momento más oportuno para echar la vista atrás y sentarse a reflexionar sobre los errores y aciertos de la década que termina. Los últimos diez años en Aragón han estado marcados por la crisis económica que ha condicionado la gestión política, la actividad de las empresas, el día a día de los hogares y el devenir del mercado laboral.

Precisamente, fue en los albores de la década, alla por el año 2010, cuando se puso en marcha la primera de las reformas del mercado de trabajo, en este caso impulsada por el Gobierno de Zapatero, que abrió el camino para cambiar las relaciones laborales de este país. Dos años después, Rajoy dio la puntilla con un alud de medidas.

Estas reformas han sido dos de los hitos que más han influido en la vida de los trabajadores aragoneses. Habrá quien diga que permitió salvar los muebles en una situación crítica y quienes, como yo, tengan la sensación de que abrió la puerta de par en par al aumento de la desigualdad. Quizá nada sea ni blanco ni negro, pero la disfunción del mercado laboral es un hecho en un país en el que bajar del 10% de paro parece una utopía. Y un mayor desempleo es siempre sinómimo de agrandar la brecha entre los que quieren y los que pueden.

Por ello, hoy, en puertas del 2020, Aragón afronta la mejora de la calidad del empleo como uno de sus grandes caballos de batalla. Paradójicamente, la precarización ha ido paralela al incremento de la formación y la cualificación. Cierto es que toda formación es insuficiente en estos tiempos de zozobra, pero también lo es que, en algunos casos, esa capacitación apenas sirve para cobrar mil euros. Y eso es síntoma de que algo no funciona.

Por tanto, en este punto, conviene bajar el balón al suelo y preguntarse: ¿Vivimos mejor que hace diez años?

Banca y empresas

Aragón también ha protagonizado momentos que han marcado un antes y un después para la comunidad. Uno de ellos fue la absorción de Caja3 por parte de Ibercaja, un proceso que concluyó con la desaparición de una entidad centeneria como CAI y con la atomización de un sector que, pese a la exigente reestructuración sufrida y los miles de empleos que se ha dejado por el camino, no acaba de ver la luz al final del túnel. En el 2020, Ibercaja podría salir a bolsa.

En este hito influyó también la crisis, al igual que lo hizo en la internacionalización de Aragón, sin duda una de las lecciones positivas que se pueden extraer de la última década. Las empresas de la comunidad han dado muestras de su robustez en los mercados exteriores en momentos muy delicados, lo que ha contribuido a recuperar la riqueza perdida durante la crisis. El año que concluye dejará, a buen seguro, un nuevo récord de exportaciones en la comunidad. Y en eso juegan un papel fundamental compañías como Inditex, Opel PSA, Saica, BSH Electromésticos, TAIM y muchas otras que han dado más músculo económico a Aragón.

El capital humano

El tercer elemento que sobresale del análisis económico es el capital humano de Aragón. La crisis supuso un duro revés para miles de jóvenes que querían trabajar. La imposibilidad de hacerlo les obligó a emigrar a otros países. Como consecuencia de ello, la población activa bajó de forma notable hasta que comenzó la recuperación de la economía. Hoy, la tendencia se ha invertido. Y es una obligación aprovecharlo a través del impulso de las nuevas tecnologías, la digitalización, la reinvención de la industria y el sentido común.

Pero para ello hace falta que haya alguien al mando. Y eso es ya más complicado. La estabilidad política en Aragón contrasta con la falta de un Ejecutivo central que dé salida a cuestiones urgentes que no pueden esperar. Y ese, ahora, es el principal punto de partida para afrontar una nueva década plagada de retos. Esperemos que no se llegue demasiado tarde.