No hay que llevarse a engaño. A un partido para que la Segunda División alcance su ecuador, el reloj comience a amontonar más arena en la ampolla de abajo que en la de arriba y el tiempo empiece a ser otro rival contra el que batirse, el Real Zaragoza continúa en una situación crítica a pesar de la constatable mejoría que ha experimentado desde la llegada de Juan Ignacio Martínez tanto en resultados como en nivel de juego, producción ofensiva, convicción y energía. El equipo sigue penúltimo con solo 17 puntos de 60 posibles (un insignificante 28,3% del total), a dos de la zona de salvación y con una cifra de goles a favor real (doce) absolutamente incompatible con la permanencia.

Todo está muy mal y algunas de las soluciones fundamentales al problema, que tiene una gran envergadura, no están en la plantilla. Deben ser externas. Fichajes, buenos fichajes, con un énfasis especial en la figura del delantero principal. El Zaragoza necesita un goleador. Sin embargo, entre los futbolistas ya presentes, a los que JIM ha dado un cariño paternal y ha tratado con suma inteligencia, la necesaria en un contexto tan complejo, hay varios a los que agarrarse y que bien complementados pueden ayudar a lograr la cuadratura de este círculo vicioso del que el equipo no sabe cómo salir.

Los chicos de aquí, Francho, Francés y Azón. Los fichajes más consistentes de este verano: Narváez, Chavarría o Bermejo. Algunos de los que ya tienen un recorrido en el club: Cristian, Vigaray o Eguaras. La salvación del Zaragoza, del equipo y de la institución, debe salir de la suma del conocimiento de JIM, del valor de estos jugadores y del salto de calidad de los fichajes de enero.