Para que haya industria del videojuego ha de haber usuarios, y entre estos los jugadores profesionales han ido alcanzando una popularidad en algunos segmentos de la población igual o superior a las estrellas del deporte tradicional, con eventos que reúnen a miles de espectadores a través de internet y canales específicos. En Aragón hay varios centros privados para entrenarles, y hace pocos meses el servicio de Juventud del Ayuntamiento de Zaragoza puso en marcha la primera academia pública, Cierzo, que ya se han interesado en replicar en varias ciudades.

La idea, explica el educador Roberto Moneo, en el Centro Cívico Delicias en el que tiene su base, fue una evolución natural de los distintos eventos de videojuegos que se venían organizando en la ciudad. En las primeras pruebas de inscripción ya se apuntaron más de cien jóvenes, de entre 12 y 30 años, de los que se seleccionaron 42. Aunque la comunidad del centro para eventos puntuales supera los 200 y se sigue ampliando; de hecho, hasta este jueves hay abiertas inscripciones para un nuevo equipo.

Los resultados competitivos son buenos, con tres equipos en ligas nacionales en distintos juegos y uno de ellos liderando su clasificación. Pero no es lo que se busca, explica Moneo: «Les enseñamos cosas que les valgan para la vida, haciéndoles ver que llegar a la élite, como en el fútbol, es muy complicado», expone. Así, además de estrategia y teoría de cada juego, aprenden valores (la discriminación o la falta de rendimiento escolar comportan la expulsión), salud postural y alimenticia y psicología, sobre todo para gestionar el estrés y la frustración, donde hay «carencias brutales» entre los jóvenes.

Paradójicamente, explica el entrenador Quique Acín, se les insta a jugar poco, periodos de tiempo cortos, pero muy concentrados. Como en cualquier deporte, en los entrenamientos (tres horas a la semana) hay calentamiento, ejercicios y partidos.