Un mero trámite obligatorio. Así definen las fuentes oficiales de Aena lo que significa la revisión del plan director de un aeropuerto de Zaragoza que no ha dejado de crecer en los últimos años en el transporte de mercancías y de decrecer en el de pasajeros. Una terminal que necesitaba, precisamente, del debate que ahora se puede abrir entre las administraciones públicas y empresas que actúan e intervienen en su gestión y explotación. Porque todo apunta a que la pista de Garrapinillos está lista para el despegue, que en carga ya se ha iniciado, y que en viajeros está a la espera de que alguna compañía o algún destino nuevo aterrice.

Hace unos años su gran problema era el sistema antiniebla. La compañía de vuelos de bajo coste Ryanair sopesaba instalar en Zaragoza una base de operaciones. Como las 12 que ya acumula en España o como permanente de mantenimiento que va a estrenar Sevilla. Pero descartó esa idea, dijo, precisamente por no disponer de este. Un equipamiento que la capital aragonesa ya tiene, desde junio del 2016, y que ha servido por acoger vuelos desviados y no derivar los que, por la baja visibilidad, no podían tomar tierra.

Pero Zaragoza no parece estar planteándose ser una plaza atractiva para la compañía irlandesa. Ni siquiera ahora que, por el Brexit, amenaza con el cierre de todas sus bases en el Reino Unido. Quién sabe si esta sería la oportunidad de retomar un deseo que naufragó en el 2010. Aunque ahora que ya ha solventado sus carencias técnicas, el problema es que ha cambiado la política del Gobierno de Aragón al respecto de los recursos que se dedican a atraer nuevos destinos al aeropuerto.

Cambio de política

Los llamados contratos de publicidad que tradicionalmente han financiado la operativa de estas empresas a cambio de nutrir una parrilla de vuelos apetitosa, ahora tiene el grifo a medio cerrar. Y la capital, su ayuntamiento, hace tiempo que dijo que no pondrá ni un euro más para este objetivo. Así que este pasa por licitar destinos y que las empresas pujen. Las más poderosas, claro, las que tengan músculo suficiente para adjudicarse rutas que la DGA guarda con celo.

Pero el pronóstico es optimista para Zaragoza en cuanto a la estimación que se puede alcanzar en los próximos años. El documento inicial que parte de Aena proyecta un escenario prudente de 600.790 viajeros al año y uno más ambicioso de hasta 760.510. Un volumen de usuarios al que la terminal de Garrapinillos ya se acercó durante la etapa más brillante de la última década, motivada por la Expo del 2008, cuando se superaron los 700.000.

Pero Zaragoza se ha ganado a pulso ser un aeropuerto con potencialidades muy distintas a la costa levantina o a las islas. Lo suyo es, desde hace años, las mercancías y, especialmente, el transporte de textil al resto del mundo. No en vano, Inditex mueve el 93% de las más de 85.000 toneladas que se contabilizaron en el 2015, una proporción que apenas varió el año pasado.

Así que se encuentra en las estimaciones a futuro una lógica aplastante sobre por qué las inversiones de mejora se centran fundamentalmente en la carga. Y a la vista de que aún hoy, con capacidad para estacionar cinco aeronaves, se haga a veces complicado pernoctar en Garrapinillos.

Y en base a ello, no sorprende tanto que el plan director estime que el crecimiento puede alcanzar las 148.847,86 toneladas transportadas en el futuro o, siendo más prudentes, se queden en 129.686,23.

Pero existe una reflexión curiosa a hacer: El Prat cerró el 2016 con 132.754,96 toneladas transportadas, 15.000 más que en el citado 2015 en el que Zaragoza movió 85.000. Pero es que la capital aragonesa acabó el año pasado con 110.563,69, toneladas, 25.000 más. Y puede ser algo puntual o una tendencia. Algo a valorar a la hora de apostar por la liga en la que Aena quiere que juegue Zaragoza en los próximos años.