Hace unos días volví al almuerzo en La Ría, templo para todos aquellos que amamos ese momento de inyección energética a media mañana. No solo buscaba calidad en los alimentos, buscaba un hogar, y eso es la casa de David Blasco, el refugio de tantos y diversos hosteleros de la ciudad.

Al entrar, vi en la barra a Piñón, cogiendo fuerzas para encarar el servicio de la mañana en Birolla4, me senté con él y Rocío, y empezó el almuerzo. Pollo asado con pataticas para Piñón, bocadillo de chorizo para mí, y Rocío optó por el típico y rico pincho de tortilla, además de maridarlo con una conversación interesante y divertida.

También, los botellines de 1/5 aparecían por arte de magia en la barra frente a ti, dejando claro que sin duda es la medida perfecta para tomarte una cerveza. Se trata de un ritual, llegas a donde te conocen y se te quiere, la gente que habita ese espacio se alegra de verte y verte bien, tú te interesas por los demás con sinceridad, y se crea una sensación de familia tan bonita y pura que te dan ganas de hacer sentir así a cada persona que entre en tu local.

Es sencillo, si estás habituado a tratar bien y cuidar a los demás, lo más probable es que esto se te dé bien, por eso se te tratará bien y cuidarán de ti. El saberlo te hace entender que debes elegir bien donde ir y a donde no ir, pues no hay nada peor que una hospitalidad falsa e impostada para aquellos que estamos habituados a ser tratados correctamente.

Quizás es bastante arriesgado decirlo pero... debemos ser conscientes de que existen demasiados bares, y demasiados bares malos, quizás algún día se entienda que un bar es mucho más que dispensar bebidas y comida, y que si no sé qué hacer con mi vida la solución no es abrir un bar.

Recuerdo una bebida que al parecer es histórica en los bares, el revuelto. Se tomaba de buena mañana, es una mezcla a partes iguales de anís con vino dulce o rancio. Recuerdo servir alguno cuando trabajaba para Cecilia y Pablo en El Sorrento de la avenida Anselmo Clavé.

Esta semana les voy a proponer que descubran esta mezcla, bajen al bar de siempre y pidan el brebaje de nuestros mayores, y si de paso pueden charlar con los mayores que habiten el local les habré proporcionado un maravilloso principio del fin de semana. De nada.