—¿En serio no sabía ni freír un huevo?

—De verdad. Siempre comía o cenaba en el centro de alto rendimiento o en los hoteles cuando viajaba. De hecho, mi familia se reía de mí porque me daba miedo hasta poner el agua a hervir.

—¿Cómo ha llegado una deportista de élite a un talent show de cocina?

—Con mi entrenadora decidimos que tenía que bajar un poco la intensidad porque llevo 14 años en la selección española entrenando muchas horas al día y, para llegar con la máxima ilusión, motivación y con el cuerpo bien de lesiones a los JJOO de Tokio, tenía que aflojar un poco. Y justo que estaba en un año entrenando menos, salió lo de Masterchef. Hice el casting pensando que no me iban a coger porque no tenía ni idea de cocinar y de repente me cogieron. Hablé con la entrenadora y me dijo que lo hiciera porque sería la única ocasión que tendría.

—Y pasó de los entrenamientos maratonianos en la piscina a los sudores en la cocina.

—Tenía que prepararme porque, si no, pensaba que iba a hacer el ridículo y me echarían el primer día. Así que, como una histérica con la sincro, me puse a cocinar por las noches, a estudiar, cortando patatas y cebolla sin parar y yendo a todos los restaurantes que podía y más.

—Tuvo de profesores a los hermanos Roca, nada menos…

—Sí, son muy amigos míos y, cuando les comenté que entraba en Masterchef, me dijeron que fuera a verles, que me ayudarían. Cuando no entrenaba me pasaba con ellos mil horas al día.

—Para no saber cocinar hasta ahora, se la está viendo bastante fuerte en Masterchef celebrity. ¿El deporte ha tenido mucho que ver en esa solidez que está mostrando en el concurso?

—Pues para mí ha sido muy difícil porque no estaba acostumbrada a la tele, y menos a un reality. Cuando había aparecido en televisión era por algo profesional, nunca había mostrado mi parte más íntima ni personal. El deporte me ha servido mucho para afrontar mejor los retos, porque cuando me decían que algo no lo hacía bien, pensaba que la próxima vez lo haría mejor; si iba a la prueba de eliminación, pensaba que podía superarla…

—También está siendo una de las concursantes que mejor sabe mantener el temple y la presión. Y sin entrar en conflictos.

—Eso es lo que me ha dado el deporte. Piense que nuestro deporte es siempre error y corrección. Nuestra entrenadora casi nunca nos puede decir que ha salido perfecto, así que por eso estoy superacostumbrada a recibir críticas constructivas y a entender que siempre hay que mejorar, que nunca es suficiente. Esto me ayudó, y más en un medio que no es el mío. Yo sabía que siempre lo podía hacer mejor, que los chefs son grandísimos profesionales, que ellos siempre te exigirán. Me lo tomé con esta perspectiva y nunca me enfadé, porque entiendo que forma parte del aprendizaje.

—El otro campeón olímpico que ha pasado por Masterchef celebrity, Saúl Craviotto, ganó la pasada temporada…

—Saúl nos lo ha puesto muy difícil a Jaime (Nava) y a mí. Para mí es un referente. Como deportista es un crack y luego es una persona muy humilde y trabajadora. Lo primero que hice cuando supe que estaba dentro fue llamarle y ver 3.000 veces cada programa de su edición. Nos lo ha puesto difícil, pero lucharemos.

—¿Le queda mucho recorrido en la cocina de ‘Masterchef’?

—Lo único que puedo decir es que lo he dado todo, ha sido una experiencia maravillosa y por fin he aprendido a cocinar.

—Cuando vio que Antonia Dell’Atte decía que iba a demandar a todos sus compañeros de Masterchef por acoso, ¿sabía que no podía ser verdad, que sería una de sus bromas?

—Estaba segura de que era una broma. Ni lo he comentado con ella. Los concursantes tenemos un grupo de whatsapp y no lo hemos comentado.

—Con Dafne Fernández hizo mucha piña. Se le cayeron las lágrimas cuando la echaron.

—Las dos estudiábamos juntas por las noches y se creó una relación. Había trabajado muchísimo y tenía un hándicap mucho más grande que el nuestro al estar bastante embarazada.