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Buscar la belleza

He mantenido la fe en que todo mejoraría durante todo este tiempo, pero hay días, se lo juro, que me siento flaquear. Sin vida social, la laboral reducida al hueso, sin poder salir de tiendas o de bares y restaurantes en fin de semana, salvo en unos horarios que me desconciertan, me da la sensación de que los días se consumen sobreviviendo, que no viviendo. Por eso, porque es un tiempo gris, hay que buscar la belleza allí donde cada uno crea que puede encontrarla.

Yo la encontré el lunes en el Auditorio de Zaragoza, en el recital de Javier Camarena organizado por la Sociedad Filarmónica de Zaragoza. Con el aforo al 50% que marca la ley, una butaca de separación entre cada espectador y estrictas medidas de seguridad, durante esas casi dos horas me sacudí de encima la monotonía, el desánimo, la sensación de desastre. El recital fue magnífico, Camarena es un hombre con una voz sobrehumana y, además, simpático, y el público no quería (no queríamos) otra cosa de disfrutar y aplaudir. Ángel Rodríguez, al piano, también estuvo maravilloso. Ir a la Sala Mozart es siempre un placer. Sentarte junto a una amiga, gracias a la invitación de otro amigo (gracias, Julio), es hoy lo más cercano a la felicidad que se me ocurre.

Cada uno sabe qué le da luz: caminar en paz, leer un libro, ir al cine, conversar con amigos… pero yo les digo dónde la encontrarán siempre: en la cultura. Se puede seguir gozando de ella en todas sus manifestaciones, los creadores están dándolo todo para ofrecernos formas de vivir mejor nuestro tiempo.

Así que nuestra obligación es corresponder: llenar los teatros, ir al cine, comprar libros, disfrutar de conciertos. Nos queda eso, y la amistad. Nada más y nada menos.

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