La Constitución de España consta de: un preámbulo, ciento sesenta y nueve artículos, cuatro disposiciones adicionales, nueve disposiciones transitorias, tres disposiciones derogatorias y una disposición final.

La Constitución: ese texto de convivencia

La Constitución: ese texto de convivencia ANTONIO Morlanes

Todavía no conozco quien no haga de todo esto una Constitución a su medida en especial con más o menos artículos, pero diferente de la ratificada por el pueblo español el 6 de diciembre de 1978. Esto es digno de un estudio sociológico, pues no cabe duda de que si en algún momento el Congreso de los Diputados quisiera cambiarla lo primero que debería hacer es averiguar cuál de todas desea cambiar y hacia dónde quiere hacerlo.

Pero si esto sucede con la Constitución, marco del Estado de derecho en el que aspiramos a vivir, imaginemos qué será de lo cotidiano, por ejemplo:

–¿Qué parte de qué es una persona no entendemos? ¿Nos despista el color, el sexo, el pensamiento, las creencias?

Es fácil, todo aquel ser que nace de miembros de la especie humana es persona, sin matices, y con todos los derechos, libertades y responsabilidades.

–¿Cómo se entienden las diferencias que existen, todavía hoy en día, entre un hombre y una mujer?

Al margen de las propiamente fisiológicas, que nos da a los dos géneros la capacidad de poder reproducirnos, admitamos en especial los hombres, que no existen diferencias, somos personas.

– ¿Cuál es el valor que para cada ciudadano tienen las fronteras que le dejan constreñidos en un territorio, que dicen ser suyo?

Lo primero de todo es que partimos de una falsedad; he ido al registro de la propiedad para que me dijesen si España es mía, me dicen que no les consta y que en todo caso es más de la Casa de Alba que de cualquiera de nosotros.

Pero no deseo dejarlo así, tengo un sentimiento de origen que me identifica ante el resto y esto además de ser bonito, no es ninguna otra cosa.

– ¿Para qué deseamos vivir en una sociedad democrática, además de para votar a nuestros representantes cada periodo electoral?

Pues si solo fuese para eso, sería una democracia falsa; debemos entender qué es lo que te permite la libertad de pensamiento y de conciencia, libertad de opinión y expresión, de reunión y de asociación y, por supuesto, a participar en el Gobierno que considere; democracia es lo que nos concede desarrollarnos como personas en total libertad con la única condición del respeto al resto.

– ¿Se considera la educación únicamente como una forma de cubrir un periodo de tiempo a las personas en su niñez y adolescencia?

La educación no es una fórmula de adiestramiento en materias que, sin duda, son necesarias, como matemáticas, lengua, geografía, historia, etc., su principal función es el desarrollo del individuo como persona y ciudadano, con el significado principal de aprender el respeto y la defensa de los derechos humanos.

No hay inversión más rentable que pueda hacer la especie humana que la educación. Aprender a mirarnos con los ojos del entendimiento, la comprensión y la generosidad entre todos los que estamos en este planeta y saber que vivir en la naturaleza significa comulgar con ella en la mejor fórmula de interconexión.

Podríamos continuar con más ejemplos, pero no se trata de hacer interminable la relación de nuestras propias y cotidianas responsabilidades, es necesario que seamos capaces de comprender que nuestra capacidad de raciocinio debe marcarnos el camino del entendimiento a través del diálogo.

No es mi deseo que se considere mi exposición como una renuncia a considerarme español, ni mucho menos, como también defiendo mi origen aragonés, pero sí quiero que se entienda que por encima de territorios y banderas estamos las personas, nos encontremos en el lugar que sea y en las circunstancias que cada momento nos esté tocando vivir.

Por todo esto cuando aceptamos la Constitución como marco de convivencia, no es posible interpretarla como instrumento de unos contra otros. La que tenemos nace bajo el signo de la concordia, sin duda podría haber sido mejor definida, pero los tiempos marcaron los límites, y es ahora en ese mismo ánimo de concordia cuando tenemos la responsabilidad de transformarla, mejorarla y adecuarla a los momentos actuales. Y una vez hecho esto, con el esfuerzo, la generosidad y la más positiva aportación de todos nosotros, estoy convencido de que el orgullo y la satisfacción de ese acuerdo general nos llenará el espíritu, nos sentiremos más realizados y mejores personas. Hagamos una Constitución de todos y para todos.