Esta semana me he leído el debut de Quentin Tarantino como novelista. Se trata de la novelización de su película Érase una vez en Hollywood, que expande y transforma de manera magistral. Habrá quien piense que hay que tener mucho morro para estrenarse como novelista con la adaptación de una película propia, pero, por otro lado, al bueno de Quentin le pega.

Al fin y al cabo, durante toda su carrera ha intentado dignificar y homenajear géneros y subgéneros no muy estimados por la crítica, y en el mundillo literario las novelas basadas en películas se encuentran en el vagón de cola, junto a las pornográficas tal vez. Y por otro lado, qué duda cabe, Tarantino se lo puede permitir (yo le permito todo, vaya).

Lo cierto es que empezó a escribir esta historia como novela (lo ha contado en varias entrevistas), pero al tercer capítulo se dio cuenta de que tenía entre manos un posible peliculón y decidió guionizarlo directamente.

Ahora, dos años después del estreno, se ha quitado la espinita y ha convertido la historia en una novela de casi 400 páginas.

En ella seguimos las andanzas del actor Rick Dalton y de su doble de escenas de acción Cliff Booth (imposible imaginarlos sin los rostros de DiCaprio y Pitt) durante 25 capítulos en los que descubrimos infinidad de anécdotas y secretos de su pasado que en la versión fílmica apenas se esbozan.

Personalmente, me ha encantado todo el desarrollo ampliado que tiene la relación entre el actor Rick Dalton y la actriz infantil Trudi Frazer, consiguiendo uno de los momentos más emotivos y reveladores del libro.

Cuando Quentin nos deje como cineasta con su próxima película (como lleva tiempo anunciando) y se dedique exclusivamente a escribir, podemos estar tranquilos. Perderemos un gran director, pero ganaremos un excelente novelista.