Opinión

Duelo al otro lado del río Seco

El pago de la ronda es un arte de la cordialidad que reina en los pueblos

Imagínense la escena. Calle polvorienta. Un rodamundos gira por el viento hacia la nada. Cruce de miradas penetrantes. Caras cortadas con un palillo entre dientes negros por el tabaco mascado. Un relincho rompe la tensión del silencio de muerte cercana. La puerta de la taberna se bate en un crujido oxidado. Los pistoleros preparados aletean los dedos ansiosos de tomar el hierro de fuego. De fondo suena un arpa de boca desafinada. El más rápido será quien llegue con vida esa noche al otro lado de Río Seco. El sepulturero trabajará esa madrugada.

Pues yo siempre muero. Acribillado a eurazos. Esta secuencia de Leone se repite cada vez que el neorrural blandito se mece en la barra de los forajidos de monedero fácil. La cara de pardillo despierta al ir a pagar. «No, no, ya te lo ha abonado…» Quien sea. Tu amigo del alma o ese al que acabas de conocer. Todos menos tú. Uno u otro saca la cartera de la cartuchera con un arte divino. Liquidar la ronda de tragos o cafeses a aquel que está acostado en el local debe estudiarse en las escuelas rurales desde el parvulario, asignatura que los urbanitas cateamos sin remedio. Porque los forasteros siempre llegamos tarde, como la diligencia de Kansas. Aunque te esmeres en ello. Estamos más perdidos que los indios cabalgando a pecho descubierto al sonar la corneta de Custer.

Apunten. Mentalizarse en esta tarea es una de las labores que tiene que hacer aquel que quiera venirse al pueblo. Cuando vayas al bar, paga antes de pedir nada y respira tranquilo. ¡Si puedes! Porque luego están las verdaderas peleas para ver quién es esta vez el que se adelanta a todos. Porque a la siguiente habrá otro que caiga. Cuidado no vayas a salir herido de la trifulca. Dilema para el camarero.

Fuera de la broma, estas rutinas rurales denotan un tipo de relación entre los seres humanos que son muestra de integración, cordialidad y tolerancia. Porque poco importa quien seas, a quién votes, tu condición social, edad, estamento, el trago se te paga. Y punto pelota.

Este tiroteo es un acto de generosidad con el anónimo, con el vecino, para promover un rato de tertulia, echar la mañana o la tarde, comentar la última polémica del fútbol o el jaleo en el que andan los del PAR. O temas más mundanos como los geranios chinos de la Silvia o quién se ha casado, muerto o embarazado últimamente. Hacer sociedad, deshacer soledad. Es el whatsapp antes del whatsapp. Sin pantalla, con tiempo y con el otro. Eso que en las ciudades se pierde entre prisas y estrés. La vida de pueblo.

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