Opinión | Sala de máquinas
Poesía en Azuara
El presidente aragonés, Javier Lambán, se ha dado cuenta de lo nefasto de ese concepto de la España vaciada, políticamente invendible, y le está dando la vuelta con buen criterio y mejor tono. Porque con ese otro rancio discurso de la despoblación, el victimismo, el abandono, la marginación y el olvido, Aragón jamás ha conseguido nada. Miento: ha logrado denigrarse a sí mismo. Nuestros políticos harán muy bien en desterrar esa patética metáfora del Aragón vacío y ofrecer una imagen más esperanzadora de nuestro territorio y población, a fin —en lugar de hacer llorar o reír—, de atraer turismo, socios e inversiones. Con ese espíritu, y en compañía de María Leach, una de las voces más representativas de la nueva poesía española, visito Azuara, donde nos espera su alcalde, Joaquín Alconchel.
Hacía tiempo que no recorría los parajes en los que Francisco de Goya vio sus primeras luces, y esa luz de Fuendetodos y Belchite vuelve a sugerirme, y a sugerirle a María Leach, la telúrica conexión con parajes de tierra pura que fueron arena en los mares jurásicos, escenario de una guerra y depósito de tantos sueños hasta las esperanzas de hoy, más que en una España vacía, en un Aragón lleno.
En esa línea de renovada ilusión, Azuara está consiguiendo mantener y fijar población a base de ofrecer a sus vecinos servicios y eventos culturales como el recital poético (poesía sencilla, directa, mágica), que María Leach ofreció en el salón de plenos de su ayuntamiento. Además, el equipo municipal está planificando la construcción de una residencia de tercera edad, tan necesaria como urgente.
De la visita me llevo dos libros útiles: De la A a la Z, de Miguel Ángel Marco Marín, cuyas páginas recogen vocabulario de Azuara, con términos como «terzerilla» (deshechos del trigo molido), «zaica» (acequia), «rebulligar» (remover), «encarrañarse» (ponerse colérico), «charlatín» (parlanchín) y un largo etcétera de rescates; y Cuevas de Azuara, de Gerardo Colay Castro, valioso estudio sobre las cuevas abiertas frente a la ermita de san Nicolás de Bari, en Cantiles del río Cámaras, algunas empleadas aún como bodegas. Me llevo, además, el tesoro de La vida rima, el último y hermoso poemario de María Leach...
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