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Sala de máquinas

Juan Bolea

Hierro y piel

Recuerdo mi emoción al oír hablar por primera vez sefardí. Fue en un pueblecito de Israel situado al norte, tan cerca de la frontera con Líbano que se veían herrumbrosos blindados y alambradas de guerras pretéritas, arañando los soldados de los kibutzs, palmo a palmo, año a año, terreno a las aldeas chiís... Pero, por encima de cualquier otro, el hecho que me maravilló fue que una comunidad de judíos sefardíes conservase el idioma que hablaban sus antepasados cuando fueron expulsados de España. Cinco siglos después, el recuerdo sagrado de Sefarad, de las juderías, de las sinagogas de Andalucía, Castilla, Aragón (muy especialmente de la Corona de Aragón, con un alto índice de población hebrea) sigue vivo en algunas comunidades del moderno Israel.

La llave de las estrellas, de la zaragozana Marta Quintín, se inspira en aquella dramática pérdida y en el anhelo de cada judío sefardí por volver a recuperar un día la casa que fue suya en algún pueblo o ciudad española. Por eso, porque confiaban (y confían) en regresar, en recuperar, si no la propiedad de la tierra, sí al menos el reconocimiento de su memoria, se llevaban las llaves de sus hogares, legándolas de padres a hijos como un vínculo inalienable, cargado de simbolismo y esperanza. Sobre ese tema, la expulsión, el éxodo y la nostalgia, sobre la aniquilación histórica y la recuperación utópica de los judíos españoles urde Marta Quintín una trama novelesca cuyo estilo no se parece a ningún otro por su pasmosa naturalidad a la hora de tratar temas, escenas y, sobre todo, sus variados y logrados personajes.

A los ojos del lector, la novela desfilará como en una doble escalera. Por un lado, iremos bajando los peldaños del tiempo hasta llegar al Aragón del siglo XV. A la ribera del Jalón, concretamente, donde las juderías, llenas de vida, se nos describirán con lujo de detalles, el instrumental de los médicos, los usos agrícolas, las creencias religiosas o su manera de cortar la carne kosher... Por otro lado, una trama en trepidante presente nos asomará al alma de una joven mujer, actual, rebelde... pero con el alma apresada en Sefarad y, bien cerrada en su mano -hierro y piel-, una de aquellas llaves de las estrellas con las que abrir las puertas de la historia.

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