¿Patriotas o terroristas?

José Luis Corral

José Luis Corral

El 22 de julio de 1946 el grupo terrorista judío Irgún Tzvaí Leumí, una escisión de la organización paramilitar Haganá, liderada ésta por David Ben Gurión, el judío polaco fundador del Estado de Israel, su primer presidente de gobierno y héroe de la nación hebrea, colocó varias bombas en el hotel Rey David de Jerusalén, sede de la comandancia militar del mandato colonial británico en Palestina, asesinando a 92 personas.

Dos años después, tras el abandono de la región por los británicos –los gobiernos de su Graciosa Majestad siempre liándola parda–, se fundó el Estado de Israel, que se venía gestado desde el siglo XIX por organizaciones sionistas que proclamaban que los judíos tenían derecho a la Tierra Prometida por Dios a Moisés. El atentado terrorista contra el hotel Rey David provocó una gran conmoción, pero supuso la aceleración del proceso de creación del moderno Israel.

El actual primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ya lo había sido entre 1996 y 1999, pero pasó a la oposición ese año para volver a la presidencia del Gobierno en 2009, tras haber sido ministro de Exteriores y de Finanzas, y hasta hoy. En julio de 2006, siendo líder del Likud, partido de extrema derecha, entonces en la oposición, presidió un homenaje a los terroristas judíos que colocaron aquellas bombas en 1946, tildándolos de héroes.

Antes y durante el mandato de Netanyahu, las Naciones Unidas han aprobado, siempre con el veto de los Estados Unidos, varias decenas de resoluciones condenando a Israel por incumplir sistemáticamente acuerdos internacionales, violar la legislación internacional y atentar contra los derechos humanos de los palestinos. Ha dado absolutamente igual. Estos días, tras el criminal atentado de Hamás (acrónimo árabe de «Movimiento de Resistencia Islámica», que ha sido calificado como una organización terrorista por países como Estados Unidos, Egipto y Canadá, pero no así por otros como Rusia, Noruega o Suiza –la Unión Europea, que la tildó de terrorista en un primer momento, tiene pendiente su calificación definitiva–), la tendenciosidad y sectarismo de las informaciones sobre este terrible asunto son un verdadero monumento a la infamia.

Hamás fue auspiciada y apoyada por el Estado de Israel, ¡qué cosas, eh!, porque creía que así debilitaba a la OLP de Yasir Arafat; pero nada importan ni la historia ni la verdad ni los hechos; al fin y al cabo, la diferencia entre que te consideren un héroe o un terrorista sólo radica en la victoria. Así de hipócrita es todo este negocio.

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