Beckenbauer, Nadal

Loa a Beckenbauer, ídolo total, que fue y lo sigue siendo, y pena por Nadal que lo pudo ser, pero decidió no serlo

Javier Fernández López

Javier Fernández López

Hace poco falleció Franz Beckenbauer y algunas personas que se hayan acercado a la lectura de estas líneas se habrán sorprendido ya que no es habitual encontrar en artículos de opinión referencias a deportistas. Y sí, esa es la primera aproximación que debemos hacer a esta persona, fue alguien que destacó en el mundo del deporte, pero no solo.

Fue futbolista, entrenador, seleccionador y directivo. Tocó, por tanto, casi todos los aspectos del mundo deportivo en una de sus especialidades más conocida, la del fútbol profesional. Y ganó, todo lo ganable, un aspecto destacable si hablamos de deporte ya que es competitivo y quien destaca por victorias suele ser más elogiado. De su juego todos los comentaristas destacaron la elegancia ya que no parecía estar en pantalón corto y camiseta, más bien tenía aspecto de un concertista vestido de frac. Muy deportivo, apenas se le recuerdan acciones incorrectas y, mucho menos, violentas por lo que tuvo el aprecio de contrarios y comentaristas. Si como jugador ya hizo lo suficiente como para ser recordado, entrenando y seleccionando también destacó por hacerlo muy bien y siempre transmitiendo valores de juego limpio. La vida, en sus últimos años fue cruel con él ya que se le abrió un extraño expediente, que nunca llegó a nada, hubiese sido una sorpresa enorme, y uno de sus hijos falleció de cáncer.

En el deporte es muy habitual comparar y hay por ahí listas en las que se le coloca en lugares muy destacados, como si lo importante fuese estar por delante de Pelé o por detrás de Maradona, cuando lo que de verdad relevante es haberlo hecho bien, muy bien, como otros, como Cruiff, su rival en importantes partidos, pero su admirador siempre, como a la inversa.

Si comparar en un mismo deporte es complicado, hacerlo entre deportistas de diferentes especialidades es casi imposible. A pesar de esto que acabo de escribir hay comentaristas que se atreven a decir que Rafa Nadal ha sido el mejor deportista español de todos los tiempos. Yo, modestamente, me atrevería a decir que Pau Gasol o Miguel Induráin podrían estar a esa altura, aunque no es de eso de lo que quiero escribir. El tenista balear ha sido un grandísimo deportista, venciendo en memorables partidos y transmitiendo siempre esos valores que tanto nos gustan, esfuerzo, lucha, entrenamiento, deportividad, además de una enorme clase, claro.

En los dos casos, Beckenbauer y Nadal, se ha llegado a escribir esa frase tan cursi, pero muy descriptiva, de que eran los yernos ideales para cualquier madre. Los dos han transmitido a millones de personas valores dentro de sus canchas de juego y fuera de ellas admirables. Jóvenes de varias generaciones los han seguido y al hacer deporte seguro que han soñado con parecerse a estos ídolos.

Lo que acabo de escribir sigue vigente en el caso del futbolista alemán. Lamentablemente a mí me tienen que dar de baja del club de fans del tenista español ya que hasta hace muy poco lo tenía todo y sentía una sana envidia hacia él, pero hoy ya no. Desde mediados de enero de este año ha dado un paso que me lleva a retirarle mi admiración casi incondicional. Se ha convertido en embajador de la federación saudí de tenis. A cambio de una importante cantidad de dinero, que no conocemos, abrirá allí una sede de su academia de tenis para jóvenes y participará en la difusión y crecimiento de ese deporte. Aunque no creo que en el contrato le obliguen a hacer declaraciones laudatorias para el régimen saudí, él se ha debido sentir obligado a hacerlas y el primer día ha dicho que «mires por donde mires, en Arabia Saudí se puede ver crecimiento y progreso y estoy entusiasmado de ser parte de eso». Alguien podría haberle recordado que también en el régimen nazi en los primeros años se podía ver crecimiento y progreso en Alemania.

Petrodólares, ahí está la clave. Y parece que lo pueden comprar casi todo, al menos en el mundo del deporte, del que estoy tratando en este artículo. Un medio tan extraordinario para transmitir valores positivos se está prostituyendo sin que seamos capaces de ver el límite. Fútbol, tenis, golf, carreras de coches y motos, etc. Ya sé, ya sé que China no es un ejemplo a seguir y que su respeto por los derechos de las personas está a una altura muy próxima a las dictaduras del Golfo Pérsico y que hasta allí también han emigrado deportistas bajo el paraguas del dinero. Lo sé y no soy capaz de adivinar una fórmula para que no siga siendo así, pero lo que me duele, y es lo que estoy queriendo decir, es que deportistas que eran modelo han dejado de serlo, y a ojos de muchos padres será difícil explicarle a un adolescente las razones de que haya sido de esta manera. Loa a Beckenbauer, ídolo total, que fue y lo sigue siendo, y pena por Nadal que lo pudo ser, pero decidió no serlo.

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