Opinión

‘La sociedad de la nieve’

Siempre me resultó un título muy atractivo. La sociedad de la nieve tiene connotaciones que inspiran horizonte y lindes blancos y sin embargo no exhibe en la combinación de esas palabras tragedia alguna, cuando lo que guardan sus páginas es una historia trágica, la del accidente de un avión de la fuerzas armadas uruguayas que se estrelló en 1972 en un glaciar de los Andes con 45 pasajeros a bordo, todos ellos muy jóvenes, deportistas la mayoría y totalmente ignorantes de lo que el futuro les tenía preparado: un golpe fatal en el mejor momento de sus vidas. Bayona enfoca la película con maestría y desvela a través de los supervivientes el horror de verse aislados en un lugar en el que la vida no existe porque no puede tener lugar y en ese instante hay algo que produce asfixia y es que no hay nada, solo nieve y más nieve, pero sin embargo hay vida y es la de los 29 supervivientes, algunos de ellos se quedan en el largo camino de esos 72 días hasta que son rescatados, que luchan por vencer a la montaña y llegar al mar donde está Santiago de Chile.

La película de J. A. Bayona, siendo una historia muy cruda donde los vivos tienen que comer la carne de sus compañeros muertos para no perecer, es sin embargo un canto a la vida y sobre todo a la amistad, a la compasión, a la familia y de forma épica es un película sobre la lucha titánica del hombre contra la naturaleza más hermosa y perversa. Merece la pena perder dos horas y veinticinco minutos de nuestra vida en ver este filme, que va desde lo agónico hasta lo luminoso y que tiene momentos estelares en los que sus protagonistas son un lago de generosidad y amor y en ese forzado aislamiento cada uno es mejor persona y recoge el testigo de su compañero para salvar al grupo, porque eso es justamente lo que son.

Mientras escribo estas líneas, hoy es jueves por la tarde, un terrible incendio se ha desatado en dos edificios en Valencia y en las imágenes que llegan a través de las televisiones puedo ver cómo algunas personas luchan desesperadamente por huir de las llamas y salvar sus vidas en una cruzada que vuelve a ser la de la supervivencia en mitad de la desesperación. Y aunque millones de ojos desean su salvación y los bomberos heroicamente luchan contra las llamas y el viento en un maléfico cóctel que pone las cosas muy difíciles para sacarlos de ese infierno, cosa que consiguen, ellos se sienten solos, porque cuando piensas que no puede haber nada peor, se desata un alud y cuando reposas en una tarde de jueves desinteresada, el fuego se encarga de mostrar la vulnerabilidad y la fortaleza en una misma ecuación y desvela cuán somos títeres del caprichoso azar.

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