Opinión | FIRMA INVITADA

Una especie de ocho mil millones, la nuestra

Cada civilización ha querido dar su propio inicio, es curioso que siempre haya sido por religión

Me voy a aventurar a declarar que vivimos momentos de confusión y alteración. Presentamos disconformidad con todo aquel que nos rodea y consideramos que nuestro pensamiento es el poseedor de la verdad. Lo cierto es que creo que estamos carentes de saber ni siquiera qué somos, me refiero a la especie humana. Quizás debamos analizar quiénes somos hoy. Para ello, hagamos un breve repaso de dónde estamos y por qué.

El planeta Tierra, en el que vivimos, cuyo nombre proviene de la diosa romana Terra, que representa la feminidad y la fecundidad (por si alguien cree que la importancia de la mujer es de ayer), tiene 510 millones de Km2, de los que el 70% son agua y el 30%, tierra. España, como ejemplo, tiene una superficie de 505.000 Km2. La Tierra se formó hace 4.550 millones de años y el concepto vida apareció 1.000 millones de años después. No voy a referirme a las eras geológicas, porque mi interés es el hombre. Hace 2,5 millones de años apareció, no por milagro, el homo habilis; hace 2 millones de años, el homo erectus, que tuvo el control del fuego, vivía en comunidad y se guarecía en cabañas; hace 80.000 años apareció el homo sapiens, nosotros en formato evolución. Con capacidad de adaptarse al medio ambiente, cazaba todo tipo de animales, se inició en el arte, se comunicaba con lenguaje y, sobre todo, demostraba capacidad voluntaria de pensar. Este fue nuestro nacimiento, cuando el planeta Tierra ya llevaba «trabajando» miles de millones de años. A partir de aquí cada civilización ha querido dar su propio inicio, es curioso que siempre ha sido por religión. La nuestra se data 2024 d. de C., los judíos están en el 5784, los musulmanes en el 1445 y los chinos en el 4722, pero se trata de reflexionar sobre nosotros, la especie humana, la persona.

Hemos ido ocupando el planeta en proporciones que ninguna estadística se hubiese atrevido a aventurar; en el año 10000 a. de C. había un millón de personas; el año 1 d. de C. ya éramos doscientos millones y a fecha de hoy, 2024, el número de habitantes es de ocho mil millones. Con las diferentes formas de vida en las que hemos sido capaces de subsistir, hemos evolucionado a través de la medicina, la técnica, el comercio y la cultura, aportándonos todo ello una mayor y mejor calidad de vida, aunque no para todos igual. Por desgracia, todavía un alto porcentaje de personas continúa como hace mil años: en estado de supervivencia, ya que así, sin eufemismos de por medio, es como se le debe llamar. África es un buen ejemplo de esto («Qué mal repartido está el mundo desde el primer mes de enero». Estopa).

Reflexionemos, cada uno de acuerdo con su pensamiento, pero partiendo de un hecho objetivo: todos, los ocho mil millones, pertenecemos a una especie, en nuestro caso la humana, sin distinción alguna, que solo cambia según el egoísmo de cada uno, que hace nos miremos el ombligo más de la cuenta, nos nubla la visión y a algunos se les antoja inadmisible que dentro de la especie humana puedan existir razas y consideran que ellos son la definición de ser humano y otros, por ser negros, mujeres u otras diferencias pertenecen a subespecies.

Verán, en los ochenta mil años de existencia que llevamos en este planeta, como homo sapiens, somos la especie con mayores capacidades y además con intelecto. Por tanto, la cuestión sería ¿para qué nos ha servido? Sin duda, para no cesar de matarnos los unos a los otros en guerras sin sentido, conflictos solo para grupúsculos que nunca tienen suficiente. Pero para darles gloria y poder a ellos, nos matamos los demás, vaya ejemplo de especie que se aprovecha de los más débiles, les negamos que puedan tener la libertad de elegir su propia vida, como si esto les diese más valor a ellos. Como ejemplo actual, a un ruso, un ciudadano de a pie, qué le aporta la frontera de Ucrania, en qué le cambia la vida. Al único que le interesa es a Putin y a sus secuaces, que mientras ellos se frotan las manos, luchan y se matan los ciudadanos de a pie. Lo mismo sucede con Netanyahu mientras mata palestinos, él se libra de que le enjuicien por corrupción.

No se puede tener existencias tan egoístas y miserables. Estoy convencido de que ellos no piensan que son personas que nacen y mueren al igual que el resto, pero de ellos quedará un recuerdo como criminales de guerra, para eso prefiero que no me tenga en cuenta la historia. Somos una especie, y para bien nuestro, humana y por el mundo han pasado muchas otras que han desaparecido, no debemos creer que la nuestra va a ser una excepción solo porque consideremos que la Tierra es nuestra. Mayor error es imposible cometer. Por favor, solo un momento de reflexión sobre nuestra especie.

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