Opinión | ir de propio
El fin del mundo
¿Cuántas veces hemos fantaseado con perdernos en los confines del mundo y que nadie fuera capaz de encontrarnos? Borrarnos del mapa. Lo decimos con la ligereza del que vive en un lugar cartografiado y seguro al que poder regresar. ¿Qué ocurriría si de verdad nos perdiésemos allí donde nadie puede localizarnos? A mí, particularmente, los no lugares me fascinan pero entendiendo el privilegio de vivir donde vivo, entendiendo el no lugar como un ente casi poético y abstracto. Hasta que te caes de ese lugar.
Los mapas siempre han tenido el poder de mostrar nuestro lugar y percepción del mundo, pues son la representación gráfica más común y la aproximación de la realidad, herramientas fundamentales para obtener una comprensión integrada y profunda del mundo que nos rodea. Las catástrofes naturales, sanitarias y sociales acumulan aproximadamente 100.000 víctimas mortales al año y afectan a otros 200 millones de personas. Disponer del mapeo adecuado para localizar hogares, poblaciones, agua, caminos, etc. es crucial para que la intervención humanitaria permita reducir estas cifras.
Hace unos días recibí desde mi universidad una invitación para participar en un mapatón, organizado por el Departamento de Geografía. Un mapatón es una jornada de trabajo intensivo en la que personas voluntarias enriquecen la información de imágenes en satélite con el objetivo de facilitar mapas útiles a las organizaciones no gubernamentales antes de que ocurra algún desastre natural, crisis humanitarias, epidemia o conflicto armado, reduciendo los riesgos de las intervenciones futuras y ayudando a acelerar la recuperación de los territorios afectados. Para ello se enseñar a editar los contenidos de la web Open Street Maps con la metodología de Missing Maps. OSM es un sistema de información geográfica y base de datos en línea que permite crear y editar mapas online y libres de manera colaborativa. La región para la que se solicita el mapeo durante un mapatón se denomina tesela y se divide en cuadrículas. Posteriormente a la labor de un mapeado, los voluntarios de campo se desplazan al terreno trabajado y se encargan de contrastar la información en colaboración con la población local, recopilando los nombres de las superficies de agua, edificios, vías y carreteras mapeadas.
Nunca he creído demasiado en las narraciones «sanadoras» de personas de vuelta al primer mundo regresando de lugares que los «transforman». Pero sí creo en viajar desde casa a través de las imágenes y en mapear un mundo mejor.
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