Opinión

Humanizarse

Ingenieros informáticos, sanitarios y matemáticos. Son las estrellas de muchos discursos políticos que hablan del futuro de Aragón y de la empleabilidad y que sacan pecho por la universidad que queremos en un futuro. Lamento profundamente que en los discursos casi nunca se defienda con capa y espada a las Humanidades.

Inmersos como estamos en plena era de la Inteligencia Artificial, a la que por supuesto la universidad no es ajena (y no debe serlo) se agradecen mucho las voces que hablan abiertamente de lo necesarios que son estos perfiles humanísticos en la configuración, entrenamiento y explotación de estas herramientas basadas en IA. Lingüistas, filósofos, psicólogos. Porque no se controla toda la información que se produce y no todo el mundo tiene espíritu crítico. De aquí que sea tan importante que en las aulas y en todos los ámbitos y niveles educativos se empiece a desarrollar en profundidad el espíritu crítico, la filosofía, la reflexión. Necesitamos convivencia de diferentes ramas del conocimiento, necesitamos transversalidad. Es muy complejo que en la universidad se den formaciones híbridas de manera reglada, cuando tradicionalmente se han configurado como silos aislados de conocimiento. «Yo soy de Matemáticas. Yo, de Ingeniería. Yo, de Filología Clásica». ¿Por qué no empezamos a generar esta convivencia en los planes de estudio?

Centrémonos en la semántica y en los sistemas de procesamiento del lenguaje natural. ¿Se acuerdan de las dubitativas, las desiderativas, las causativas? La capacidad de pronta asociación de un concepto con el conocimiento del mundo. Eso las máquinas no lo tienen. Las máquinas extraen patrones, pero no tienen la capacidad, la genialidad, que tenemos los seres humanos, los hablantes, para rápidamente crear redes léxico-semánticas o adquirir, por ejemplo, las palabras nuevas.

Thorne, un profesor de Standford, afirma que a la IA habría que incluirla en el ámbito de las Humanidades porque implica reflexión, implica el cuestionarnos a nosotros como personas e implica también hablar de esa reflexión de la conciencia, que es percibirse a uno mismo y percibir el entorno y cuestionarse cosas. Algo que no tienen las máquinas. Las máquinas tienen ceros y unos, y no tienen esa parte cognitiva de la emoción, de la sensibilidad, de la piel.

Son nuestros cerebros, en nuestra creatividad, los que idean mundos mágicos, que después introducen ese «input», ese «prompt», para hacer que la máquina genere toda esa creatividad. Todavía decidimos a quién salvar.