Opinión | editorial
Una absorción para crecer
La propuesta de absorción del Sabadell por parte del BBVA ya es algo más que una intención conocida a través de una filtración, a largo plazo y sin concreción inmediata. En solo 24 horas la entidad presidida por Carlos Torres ha planteado públicamente las condiciones sobre las que basa su oferta de fusión, que buscan superar los dos escollos (estructura de gobernanza de la entidad resultante y valoración de la entidad absorbida) que hicieron encallar el anterior intento de fusionar ambos bancos para formar una entidad bancaria que pase a ocupar el primer lugar en el mercado español.
El BBVA propone ofrecer una vicepresidencia a un ejecutivo del Sabadell (previsiblemente Josep Oliú) y valorar las acciones de la entidad en 2,2581 euros, con una prima del 30% respecto a su cotización del lunes: considerar que el valor bursátil del banco con sede operativa en Sant Cugat del Vallès y sede social en Alicante alcanza los 12.224 millones hará que sus accionistas pasen a controlar el 16% de la nueva entidad resultante. Nada que ver con la oferta de 2020, que valoraba un Sabadell, entonces en una situación complicada, en unos 2.300 millones. Estas cifras, susceptibles de ser mejoradas, no solo suponen una oportunidad interesante para sus accionistas que pueden facilitar la operación. Son el resultado de la buena gestión del Sabadell en los últimos cuatro años, que lo deja en una posición más fuerte de cara a los próximos pasos a seguir o a la hora de contemplar sus perspectivas en caso de no confirmarse la operación.
Con todo, la formación de una entidad de mayor volumen sería una novedad positiva en la nunca acabada reorganización del mapa bancario español. Por el reforzamiento que supone frente a posibles operaciones hostiles de capital exterior y por la mayor capacidad de actuación que supone a la hora de encarar operaciones para apuntalar mayorías de accionistas de referencia locales en compañías de sectores estratégicos participadas por las grandes entidades financieras. También por las garantías que ofrece a la hora de mantener la senda positiva de sus resultados en un horizonte en que se inicie un descenso de los tipos de interés.
Que el precio resulte justo para los accionistas y que la resultante sea una entidad aún más solvente son elementos positivos a la hora de valorar la operación que se plantea. Pero no son los únicos. Como en cada movimiento de concentración bancaria, se presenta en el horizonte una previsible reducción de plantilla de la entidad resultante. Las condiciones en las que se negocie y practique son un elemento a considerar tanto como los beneficios que suponga la absorción para los accionistas. Otro elemento clave es el mantenimiento del servicio al cliente, así como de un equilibrio regional en una entidad que se espera que pase a mantener su sede social en Bilbao y sedes operativas en Madrid y Cataluña. Pero vale la pena recordar que tras el traslado en medio de las turbulencias del procés de la sede social del Sabadell a Alicante (donde lógicamente el movimiento suscita inquietud), el compromiso con la entidad con los intereses y necesidades del tejido empresarial catalán no se vio alterado, como tampoco sucedió en su día con la incorporación de Catalunya Caixa y Unnim por parte del BBVA, o de la CAM por el Sabadell.
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