Opinión | EL MIRADOR

‘Dos décadas, dos generaciones’

Los 70 son nuestros y los 80 también, título de la exposición que se puede ver en la sala de arte Juana Francés de Zaragoza hasta el 6 de septiembre. Ha sido comisariada por la historiadora especializada en arte contemporáneo Desirée Orús. La muestra de las obras que realizaron las artistas aragonesas, en diferentes décadas, está siendo posible gracias al interés del Ayuntamiento de Zaragoza de dar a conocer un legado que pertenece a la colección patrimonial del consistorio. El encuentro personal con las compañeras, junto a las obras que forman parte de nuestro comienzo profesional, sumaron sinestesias compartidas sobre lo importante que es dar visibilidad a las creadoras que trabajaron y siguen trabajando en el enriquecedor mundo del arte.

Las artistas visuales siguen reivindicando la misma consideración que se da a los varones dentro del ámbito artístico. El objetivo es lograrlo a pesar de las dificultades que salen al encuentro y de la opacidad histórica que nos acompaña. Recordamos que hasta bien entrada la primera década del siglo XX, las pintoras y escultoras no fueron aceptadas en los grupos de las primeras vanguardias. Por eso no deja de ser una distopía intentar inducir al público a visitar en los museos exposiciones de los siglos XVII-XVIII que llevan por título: La mujer en las artes, un eufemismo que evoca a ver obras realizadas por mujeres, cuando realmente son obras de artistas varones que utilizaron a la mujer como modelos en sus obras.

En los años 80, en nuestro país, vimos un haz de luz que iluminaba nuevas perspectivas. En la capital aragonesa se abrieron puertas al conocimiento social, político y cultural, se inauguraron espacios expositivos, se formaron nuevos grupos de artistas visuales, se formó la Asociación Profesional de Artistas Plásticos, una asociación plural que propició exposiciones no solo en Zaragoza, sino fuera de España. Se creó la Universidad Popular, un centro formativo con un amplio abanico cultural. Se multiplicaron espacios para el ocio, la diversión y la extravagancia. La sofisticación conceptual y la complejidad estética acompañaron a una manera de hacer música, grupos intensos de rasgado carácter atrajeron a una gran parte de la población joven.

La famosa movida ochentera fue el principal fenómeno de aquellos años, apoyado por una expansión y renovación económica. Eran tiempos en los que, en el núcleo familiar, se podía vivir dignamente con un solo sueldo. Madrid fue el paradigma de su desarrollo cultural muy asociado a lo político. En 1982 tuvimos elecciones democráticas y Felipe González fue elegido presidente del Gobierno de España. Un líder que se adaptó hábilmente a esos nuevos tiempos.

Recordamos los conocidos bandos del entonces alcalde de Madrid, Tierno Galván, y la foto que se hizo con la actriz Susana Estrada. La televisión trasmitía nuevas formas y maneras de propagar, dando a entender que todo lo que se hacía, aunque fueran humoradas, excentricidades y destape femenino, era motivo de vivir y de triunfar. Personajes como Alaska, Almodóvar, Gurruchaga proliferaban por las pantallas, los programas y los periódicos, vendiendo lo que al final fue una burbuja posmoderna de frágil sostenibilidad.