Opinión | EL MIRADOR

Hay mares y mares

Los mares y los océanos, las olas y las tempestades han sido motivo de inspiración de numerosos pintores. Desde la antigua Grecia, con su favorecida situación geográfica frente al mar, hasta la contemporaneidad. El mar ha sido plasmado en frescos, cerámicas, esculturas y lienzos, describiendo hechos mitológicos, batallas, paisajes oníricos, dramáticos naufragios que han llegado a convertirse en iconos de la historia del arte, como La balsa de la Medusa del pintor Théodore Géricault, la icónica Gran ola de Kanagawa de Katsushika Hokusai o Los esclavistas arrojando por la borda a los muertos y moribundos, del innovador pintor inglés del Romanticismo William Turner. Las obras relacionadas con el mar han aportado historias interminables, pasajes auténticos, reales como es la obra de Turner. Un episodio que podría estar representando a nuestra actual situación con los inmigrantes que arriesgan sus vidas cruzando el mar en pateras y cayucos desde África. En los siglos XX y XXI, las tragedias de la inmigración por mar han calado en la sensibilidad de muchos artistas como La patera de los ricos de Manuel Alcorlo, esta obra lleva una carga satírica de crítica social sobre la condición humana, o la instalación Migraciones forzadas de Marc Montijano, que presenta una profunda reflexión sobre las desoladoras condiciones en las que llegan los inmigrantes a las costas de Canarias.

La temática artística en las obras de arte ha tenido, a través de su historia, una clasificación para identificar su contexto, también conocido como género. Entre ellos está lo que entendemos como paisaje; obras en las que el mar es la forma, el contenido filosófico, la causa o la estancia. En siglos pasados se reconocían como pinturas de marinas, próximas a lo que se reconoce como arte figurativo con técnicas tradicionales. Según los cánones jerárquicos academicistas, este género no se posicionaba como de primer orden, por encima estaban los retratos o los temas religiosos. Las vanguardias del siglo veinte trajeron nuevas formas de expresión, nuevos conceptos de interpretación que aluden al pensamiento, a teóricas reflexivas.

El pasado 30 de mayo, el mar de Joaquín Sorolla llegó a tierras aragonesas, se instaló en el museo Goya de Zaragoza para quedarse hasta el 22 de septiembre. El pintor valenciano nos ha traído un mar sereno, optimista, entrañable, luminoso de luz y pincel vibrante. Proyecta una forma de ver lo que sería un mundo feliz; pero no solo pintó mares en calma, sino también enfurecidos con un cielo tormentoso o a pleno sol como las obras del mar profundo de Jávea.

El Mediterráneo, nuestro Mare Nostrum, el mayor protagonista de nuestra romanización ya no es lo que era, se está convirtiendo en un mar plastificado, con residuos urbanos, colillas y excrementos perrunos. Este maltrato nos llevará a perder el mar más azul, más cálido y más luminoso que tenemos. Empieza el verano, la masificación turística está siendo el mejor negocio para los ayuntamientos, los empresarios de la gastronomía y de los cruceros. La formación de placas de plásticos y desechos flotantes pueden llegar a generar una sopa de basuras en nuestras costas. Tengámoslo en cuenta en nuestras vacaciones de verano.

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