Los hombres también llevan bolso

Carolina González

Carolina González

Cómo de caprichosa es la vida que cuanto más avanzamos técnica y científicamente más retrocedemos en humanidad y dignidad. Somos capaces de crear vacunas en tiempo récord o de convertir la inteligencia artificial en el motor del mundo a la vez que nos demostramos intolerantes con la orientación sexual ajena o condescendientes con los comportamientos indignos que nos rodean. No es casualidad que haya aumentado de forma alarmante el machismo entre los más jóvenes, las agresiones sexuales en solitario y en grupo, y la indulgencia de las adolescentes hacia sus novios en cuyas conductas controladoras y celosas solo encuentran amor puro.

A los miles de casos anónimos se suman puntualmente los de alguna cara conocida que sufre en sus propias carnes el ataque de neandertales empeñados en juzgar el mundo desde su caverna. Los últimos han sido los futbolistas Borja Iglesias y Aitor Ruibal, ambos jugadores del Betis. Acudieron a la boda de un compañero de equipo y se hicieron fotos como cualquier hijo de vecino en una celebración de estas características. El primero, muy querido tras pasar por el Real Zaragoza, añadió a su vestimenta un bolso. El mismo complemento lució el otro futbolista. Nada reseñable. Lo escandaloso viene a continuación.

Al publicar las fotos en redes sociales, orgullosos y felices por el enlace de sus amigos, salió en tromba la manada de energúmenos que aprovechan la distancia y el anonimato para verter todo su odio. Insultos, faltas de respeto y cientos de mensajes relacionando su forma de vestir con su orientación sexual. Homofobia y fútbol, un tándem demasiado peligroso. Incomprensible e hipócrita, pero real.

Lo fácil hubiera sido que los futbolistas se hubieran puesto de perfil. Con la Liga acabada pueden empezar a disfrutar del verano y de las vacaciones. Pero han preferido contestar a ese ejército de animales y, además, desde la cordura, el respeto y la generosidad; justo los valores que los otros no tienen.

Condenaron la homofobia y acusaron a los que aprovecharon su vestimenta para increparles de ser unos acomplejados. Quizá les pueda parecer un comportamiento poco trascendente, pero piensen que en el mundo del deporte y en particular en el fútbol, cualquier paso hacia la normalización de la homosexualidad supone un salto casi al vacío. El ruido de aquellos que han intentado ridiculizarles se ha transformado en música celestial para los oídos tolerantes y solidarios de la mayoría. Porque sí, la reacción a esos comentarios homófobos fue mayoritariamente respetuosa. 

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