EL TRIÁNGULO

Yo me bajo en la próxima, ¿y usted?

Ángela Labordeta

Ángela Labordeta

Si pienso en Concha Velasco siempre me viene a la cabeza la obra de teatro Yo me bajo en la próxima, ¿y usted? y no es gratuito que sea así. Quizá, seguramente, con once años había visto Las chicas de la cruz roja o alguna de aquellas películas inocentes y franquistas, sin embargo su nombre siempre lo he asociado a esa obra de teatro, porque con once años en unas navidades todavía repletas de ilusiones, mi familia y yo viajamos a Madrid, sin autovía y con humo en los cristales, para ver la plaza Mayor repleta de puestos, comer en la casa de Galicia, saborear la capital que no conocíamos ni mis hermanas ni yo y sobre todo para que mis padres pudieran ir a ver una obra de teatro donde actuaban José Sacristán y Concha Velasco y que se llamaba Yo me bajo en la próxima, ¿y usted? y que estaba muy de moda en esa España que se desperezaba de una dictadura fría y gris.

Nos hospedamos en el hotel Cortezo y Madrid me pareció maravillosamente ruidosa y disparatadamente habitada. Recuerdo perfectamente el día que fuimos a comprar las entradas para la obra de teatro y recuerdo el cartel y el rostro de Concha Velasco, a la que creo que no había visto nunca, y me pareció una mujer guapa, pero no solo me pareció guapa, era algo así como alguien de la familia, cercana y en absoluto me hubiera importado que fuera hermana de mi madre, pero mi madre no tenía hermanas y menos una que fuera artista. Aquella noche mis hermanas y yo nos quedamos solas en el hotel, era un hotel mayor y con solera y a mi hermana Ana se le ocurrió contar esas cosas que ella siempre contaba para asustarnos y empezó a decirnos, a Paula y a mí, que si a los papás les pasaba algo nadie sabría nada de nosotras porque estábamos allí solas, como abandonadas; yo tenía once años y Paula siete y Paula comenzó a llorar y le dijo a Ana que se callara, pero mi hermana siguió y Paula lloraba más y yo lloraba también y ella se reía y no había móviles ni nada y de repente me invadió un miedo terrible y pensé que a mis padres no les podía pasar nada, que solo habían ido al teatro a ver a Concha Velasco.

Con los años la vida me hizo estar más cerca de Concha Velasco y sin ser una tía, sí fue alguien a la que mi cuñada, Kathleen López Kilcoyne, productora en Pentación, admiraba no solo por su talento, también por su humor y por su pureza y porque decía que era como un ángel en un mundo tan poblado de egos. El pasado dos diciembre se marchó Concha, Kathleen lo hizo hace unos cuantos años y Concha sobre el escenario dijo de ella: «Siempre la echaré de menos; creo que amaba al teatro incluso más que yo». Adiós mujeres y diosas del teatro; hasta siempre.

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