Opinión | EL TRIÁNGULO

Un poco de orden, como Dios manda

Futbolistas y directores de cine que abusan de mujeres desde su atalaya moral y profesional. Alcaldes que gritan e insultan a trabajadoras en el despacho a puerta cerrada. Hombres que apalean a manifestantes el 8 de marzo en plena calle. Manadas que violan a una chica en un portal. La casuística es variada, pero siempre con un mismo elemento en común: la víctima es mujer y es percibida como un objeto que se puede manosear, tutelar y poseer.

El Día Internacional de la Mujer ha pasado y muchos creen que con él la lucha por lograr la igualdad de género real. No acaban de entender que no se trata de 24 horas de reivindicación, sino de una lucha permanente, silenciosa y complicada que se visibiliza una vez al año. Una jornada, además, en la que el protagonismo femenino sigue sin ser bien visto por una minoría, los y las que insultan en redes sociales a quien defiende el feminismo con ahínco, reprochan que no exista un día de la masculinidad o denuncian que los hombres son mayoría entre los muertos en accidente laboral o de tráfico como si semejante disparate pudiera compararse. Ya saben que aquello de mezclar churras con merinas hay a quien le funciona.

Leyes interpretadas con el colmillo afilado de quien busca un pretexto más que una causa. Votos particulares crueles en sentencias legales pero dañinas. Señores dispuestos a sentar precedente juzgando actitudes de veinteañeras criadas en una generación de una libertad transversal. La justicia es solo uno de los ámbitos que debe adaptarse a las nuevas mentalidades y cambiar la naftalina por lavanda. En la política también hay codazos por demostrar algo. Algún partido político, alcalde y presidenta se aparta de pancartas o monta actos paralelos para encajar en el incómodo día de la marea violeta.

Sin embargo, mientras unos se esfuerzan por falsear una cierta sintonía con el siglo XXI, otros impulsan y refuerzan el papel de la mujer en la sociedad actual de una forma efectiva.

La gran mayoría lo hace desde su minúscula baldosa, la misma desde donde se deja la piel para aportar su granito de arena en la construcción de este mundo en el que todavía quedan muchas cosas que mejorar. Tantísimas personas, hombres y mujeres, que se mojan y contribuyen al progreso social a diferencia de esos otros que se declaran apolíticos, ni machistas ni feministas, partidarios de dejar las cosas como están y no remover el pasado –que pasado está– porque hacer lo contrario es alborotar. Estos últimos, los españoles de bien que se autoproclaman defensores del orden perdido y de hacer las cosas como Dios manda.

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