Opinión | EL TRIÁNGULO

Alves, el personaje y la persona

El debate sobre separar al artista de su obra resulta realmente interesante

Dani Alves ha sido un gran jugador de fútbol. Su carrera deportiva le ha llevado a compartir vestuario con los mejores de la historia como Messi, Neymar o Suárez. Ha pisado el césped de los campos más importantes y ha sido partícipe de logros colectivos de algunos de los mejores equipos como el F.C. Barcelona, el París Saint-Germain y la Juventus de Turín, además de la selección brasileña. Ha corrido la banda como nadie y centrado con calidad balones imposibles. Ha sufrido las derrotas y celebrado las victorias con pasión y carácter, las mismas que ha imprimido en todos los ámbitos de su vida. Sin embargo, todo eso es compatible con ser un violador, tal y como refleja la sentencia que le condena a cuatro años y medio de prisión por agresión sexual a una mujer en una discoteca de Barcelona en diciembre de 2022.

Algunas personas confrontan ambas facetas como si fueran excluyentes o, peor aún, utilizan la exitosa trayectoria profesional para exonerar a alguien de su responsabilidad en la comisión de un supuesto delito. Afortunadamente cada vez son menos frecuentes, pero aún se escuchan argumentarios expiatorios en algunos casos de personas famosas cuando se las relaciona con comportamientos reprobables. Es lo que ha ocurrido en los últimos tiempos con los escándalos sexuales en el mundo del cine por parte de directores y productores hacia actrices que han callado durante años o de personas relevantes en el mundo de la cultura denunciadas por conductas execrables. El debate sobre separar al artista de su obra resulta realmente interesante.

Conozco a mucha gente de una y otra opinión. Los que defienden diferenciar entre persona y personaje público, por muchas dudas que su vida privada despierte, mencionan a Harvey Weinstein, Woody Allen, Lars von Trier, Kevin Spacey, Roman Polanski, Picasso, Dalí... Pero ¿pueden ser maltratadores, violadores o abusadores en la intimidad y artistas loados por su trabajo al mismo tiempo? La disyuntiva es mayúscula: sacrificar el fruto de la creación de una mente que es capaz de brillar y oscurecerse al mismo tiempo o hacer la vista gorda de quien puede convertirse en ángel o demonio según la parcela de la vida en la que se mueva.

Ese supuesto dilema resuelto favorablemente para los creadores culturales en algunas ocasiones se diluye sin duda alguna para aquellos que creen imposible distanciar al artista del individuo anónimo. Alguien que comete un abuso no merece ningún tipo de reconocimiento, aun siendo el mejor en su disciplina. Ponen de ejemplo a los dictadores; cómo apuntar nada positivo sobre quien ha sido capaz de firmar órdenes de ejecución. Hacerlo, señalan, equivaldría a edulcorar su historia.

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