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El árbitro Ceccarini: «Enseguida supe que estaba ante un momento histórico»

El árbitro Ceccarini: «Enseguida supe que estaba ante un momento histórico»

Los ojos de Piero Ceccarini fueron testigos en una posición privilegiada del gol que cambió la historia del Real Zaragoza. El colegiado, nacido en Livorno (1963), fue uno de los árbitros más destacados del fútbol italiano de los años 90 y encontró uno de sus capítulos más bonitos en la final del Parque de los Príncipes. Después de medio siglo vuelve a recordar aquel día con un gran cariño por lo que consiguió el equipo aragonés.

-25 años después de la final, ¿qué es de Piero Ceccarini?

-Colgué el silbato hace mucho. Ahora soy presidente del PRO Livorno, un club que está en la quinta división italiana. Estamos líderes, muy cerca de ascender a la cuarta categoría del fútbol dentro de poco.

-Un cuarto de siglo ha transcurrido ya desde aquella final europea. ¿La recuerda bien?

-Quién lo diría. Ha pasado todo tan rápido. Casi una vida. Esa final fue un momento muy bello que me guardo de mi carrera como árbitro. Cuando usted me pregunta por ese partido lo primero que me viene a la cabeza era la atmósfera que se vivió en el campo. Fue muy sentida. Muy bella.

-¿Cómo se prepara un árbitro para un evento así?

-La preparación fue muy exhaustiva. Para esos días hay que realizar un trabajo previo mental muy fuerte. Se van a vivir muchas emociones y hay que saber cómo gestionarlas. Había que estudiar a cada jugador: si era temperamental, si provocaba o era rudo en defensa. Hay muchos aspectos. Además del plano físico, tenía que estar en plena forma. Era un día muy especial para mí, porque era la coronación de una carrera larga como árbitro. Ese partido que siempre quieres pitar a nivel europeo.

-¿Le han recordado durante este tiempo eso de ‘gol de Nayim’?

-Claro, más de una vez. Haber sido partícipe de eso es algo único. Es que no fue normal. Era el último minuto, con un partido muy igualado. La lejanía. El tipo de disparo. La parábola. Fue algo insólito en el fútbol. No se volverá a repetir algo igual.

-¿Cómo recuerda aquellos instantes previos a la final?

-En la mañana previa al partido fuimos los árbitros a dar una vuelta para ir a ver la Torre Eiffel y nos encontramos a muchos aficionados del Real Zaragoza que estaban por ahí. Algunos nos reconocieron y se acercaron a vernos. Fueron muy simpáticos, me decían cosas, alguno incluso me pidió una fotografía. No estaba acostumbrado y fue un episodio muy bello.

-Fue un día muy bonito para cualquier amante del fútbol.

-Así es. La organización de la UEFA fue perfecta. El estadio estaba lleno. Hubo tifo a la entrada de los jugadores que fue muy sentido por la gente. Era uno de esos días que arbitrabas y disfrutabas a la vez.

-¿Cómo fue de exigente de arbitrar ese partido?

-Los primeros minutos fueron un poco movidos. Tuve que advertir verbalmente a más de uno por alguna acción brava. Cuando pasaba el tiempo se calmó todo y la determinación en las acciones se templó. No lo recuerdo como un partido difícil de arbitrar.

-¿Cómo vivió los instantes finales del encuentro?

-En los últimos instantes de una final hay que estar muy preparado mentalmente y muy atento, porque se trata de una fase decisiva. Sentía que todo se iba a decidir en los penaltis, porque se palpaba en el césped ese miedo a no perder que tenían los dos equipos. Pero claro, uno no está mentalizado para ver la forma en la que se decidió ese partido. Fue una sorpresa.

-Usted presenció el gol desde una posición privilegiada.

-Yo estaba por el centro del campo para seguir la acción. Lo lógico hubiera sido que la jugada progresase con un pase en profundidad así que me movía para intentar seguir el avance del Real Zaragoza. Desde luego me quedé un poco parado cuando Nayim chutó.

-¿Qué pensó en ese mismo instante?

-(Ríe) Pensaba que se trataba de un simple gesto de rabia. Como un triple en el último segundo. Lo que no sabía qué iba a ser uno de los momentos más increíbles de mi vida deportiva.

-Entra la pelota y qué es lo que pasa por su mente.

-Cuando entró el tiro de Nayim supe que había asistido a un momento histórico. No tuve ninguna duda ni la tengo ahora, es uno de los goles más sublimes de la historia del fútbol europeo.

-¿Hubo ayuda divina?

-No sé si Dios tuvo algo que ver. Lo que estoy seguro es que Nayim solo no fue. Tuvo que rezar mucho para tener esa pizca de fortuna.

-¿Cómo sintió el gol en el ambiente, en las gradas?

-Fue una explosión de entusiasmo detrás de la portería zaragocista y un silencio sepulcral en el lado inglés. Eso es lo que recuerdo de ese pasaje.

-No le abrazaría algún jugador zaragocista después de que el éxtasis se apoderara de ellos...

-Sí, pero de forma simbólica. Nada sentido.

-Una vez terminado todo, ¿habló con el resto de árbitros sobre aquel gol?

-En el vestuario hablamos solo de cosas estrictamente arbitrales, sobre qué habíamos hecho, decisiones que tomamos y circunstancias similares. No comentábamos las cosas de forma directa, pero sí recuerdo que aquel día compartimos todos nuestra sorpresa por ese gol en el último minuto y por la belleza irracional de la acción.

-¿Felicitó a la gente que lideraba la expedición del Real Zaragoza en París?

-Sí, lo único que hice fue saludar a todos los dirigentes del Real Zaragoza y me fui para el hotel.

-¿Le dio vueltas a lo que había pasado?

-Tras los partidos, cuando estaba solo en los hoteles repasaba en silencio todo lo que había pasado para corregir errores y ser consciente de lo sucedido. Ese análisis también lo hice en París. Me quedó un buen sabor de boca por haber hecho un gran trabajo en toda una final europea. Si además a eso le sumas todo lo que ocurrió con ese gol… El recuerdo es bellísimo. Algo inolvidable.

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