La 12ª jornada de Segunda

Cambios para seguir igual. La contracrónica del Girona-Real Zaragoza

JIM introdujo hasta ocho variaciones en el once, pero pocas funcionaron. 1.060 minutos después, el Zaragoza marcó primero, pero no aguantó e iguala el récord de empates seguidos en la historia de la categoría

Petrovic y Chavarría tratan de despejar un balón ante la mirada de Adrián.

Petrovic y Chavarría tratan de despejar un balón ante la mirada de Adrián. / MARC MARTÍ

Jorge Oto

Jorge Oto

Era el día. O la noche. 1.060 minutos le costó al Zaragoza marcar primero. Lo hizo en Montilivi, donde el VAR le había librado de irse, una vez más, perdiendo al descanso. Y a remolque, para variar. Pero el 25 de octubre parecía llamado a ser el fin de una agonía y el comienzo de otra historia. Nada de igualar el récord de empates consecutivos (8) en la historia de la categoría. Solo había que aguantar. Resistir para vencer. Mantenerse firme y sólido ante un rival que se tambaleaba y cuyo entrenador, resignado, se disponía a presentar bandera blanca. Pero este Zaragoza nunca gana. Si no lo hizo en Montilivi, da la sensación de que no lo hará nunca. Ese cabezazo de Stuani fue un revés al mentón. Otra vez empate. Maldito récord. Cambios para no cambiar. Ni tirando ni a remolque. 

Ocho cambios se antojaban demasiados. JIM cambió todo el equipo con una intención que solo él sabe. Una rotación masiva, cambios de apuesta, descanso o una mezcla de todo. El caso es que no parece tener mucho sentido semejante revolución para un encuentro que, seguramente, requería modificaciones, pero nunca tantas. Fue nuevo el centro del campo entero y también la delantera. Solo el indispensable Jair y Gámez, el único lateral derecho específico de la plantilla, repitieron respecto al último choque. Y Cristian, claro. El resto, todos nuevos. 

Pero el experimento también fracasó. O, al menos, no mejoró a un Zaragoza cuya primera parte fue mala. Tal vez no tanta como la del pasado jueves en lo que respecta al ataque, pero mucho peor en defensa, con concesiones, desajustes y despistes impropios de la categoría. Solo el VAR impidió que llegara al descanso por debajo en el marcador y de nuevo obligado a recurrir a ese pesado remolque. 

La sensación, desde hace tiempo, es que JIM ya no sabe qué hacer, a quién recurrir o hacia dónde tirar. Lo prueba todo el alicantino, eso sí. O casi todo, Porque sigue empeñado en rechazar la opción de disponer un once con tres centrales, dos carrileros, tres centrocampistas y dos puntas, a pesar de que da la impresión de que el equipo lo aceptaría de buen grado. No. Tras el efímero paso por el 4-.4-2 ante la Ponferradina, el entrenador rescató ese 4-1-4-1 o 4-3-3, eso sí, con nuevos ocupantes en la inmensa mayoría de los puestos. Pero solo algunos cumplieron. Lo hizo Adrián. Y también Petrovic. y Francho. Nadie más. Apenas destellos, intentos. Y fracasos. Demasiados cambios para seguir igual.

Y eso que la cosa mejoró tras el descanso. Tuvo que ser Vada, quién si no, el que acabara con la maldición y arrojara el remolque por el precipicio. Ya estaba. Se acabó. Gol. Ganar. Felicidad. Solo había que apretar los puños. Acabar de una vez con el oponente. Colmillo o balón. Cualquier cosa valía ante un Girona decaído. Únicamente el Zaragoza podía otorgarle unas opciones en las que los catalanes ya no creían. Dijo JIM en la previa que había que ser fuertes mentalmente. Cierto. Y el Zaragoza lo fue hasta que, en el 86, un asesino castigó su candidez. Principalmente, la de Bermejo, al que Baena burló demasiado fácil sin que Vada saliera al rescate. El centro medido de Darío fue gol antes de llegar a la cabeza de un delantero en mayúsculas. De los que no perdonan. Esos que tienen el gol entre ceja y ceja. Un rematador. Un matador. Fue casi peor que perder. Ocho empates seguidos, Como Leganés, Orihuela, Badajoz y Mallorca. Tanto cambio para seguir igual.