El fútbol es un deporte de momentos y de detalles y la actual situación del Real Zaragoza es un fiel reflejo de ello. Nunca sabremos si ese primer gol de Álvaro no entra en Burgos cómo estaría ahora el equipo, pero esa victoria liberó la mente de unos jugadores que vuelven a confiar en su instinto y en su capacidad.

Y Álvaro Giménez fue uno de los protagonistas de la tercera victoria consecutiva del Real Zaragoza. El ex del Cádiz, que llegó para ser la referencia ofensiva zaragocista esta temporada, realizó un partido de nueve puro. Como los delanteros que parece que no están, que no aparecen, pero que cuando el rival detecta dónde se encuentra ya te ha metido dos goles. Eso debieron pensar los defensores de Las Palmas. Primero intuyó donde podía pescar el centro-chut de Narváez y en el segundo gol realizó un gran movimiento de ariete para zafarse de su marca y aparecer en el punto de penalti.

En otros encuentros JIM se ha cansado de alabar el trabajo sucio del futbolista alicantino, destacando su garra, su pelea y su brega, pero la labor principal de un delantero es ver puerta y Álvaro ha despertado.

Qué gran verdad es esa de que los goles son como el ketchup, que a veces por más que lo intentes no salen y luego vienen todos de golpe. Qué importante sería para el Real Zaragoza que la racha de Álvaro Giménez no haya hecho más que comenzar.

Pero sería injusto quedarse con solo un jugador tras el gran choque que disputó en líneas generales el equipo aragonés. Fue un partido coral de todos, en el que nadie desentonó. Cristian pudo, al fin, celebrar su cumpleaños aliviado porque, a pesar de mostrarse inseguro y fallar en el segundo gol, sus reflejos felinos le permitieron enmendar sus errores y sacar de varios líos al equipo. En defensa, Jair se mostró infranqueable como está siendo la tónica general y Lluís López cuajó un gran encuentro y consiguió hacer olvidar la baja de Francés. 

Mención aparte merece un incansable Fran Gámez que recordó al de comienzo de temporada y que con su taconazo en el primer gol volvió a meter en el partido a un Zaragoza que había salido dormido. En el centro del campo Eguaras fue de nuevo el termómetro del equipo. Comenzó errático y un despiste suyo a los 20 segundos pudo costar un disgusto al conjunto aragonés pero poco a poco fue entrando en el choque y de sus botas nacieron las mejores ideas del equipo. Como fue el pase en profundidad que le metió a Gámez antes del taconazo del lateral y el tanto de Bermejo. Tras un bache en su rendimiento en los últimos encuentros, el navarro volvió a coger con maestría el timón del equipo. Y cuando Eguaras está bien, el Real Zaragoza es otro. 

En la fiesta colectiva en la isla, el que también pudo alejar muchos fantasmas fue Sergio Bermejo. Criticado por ciertos sectores de la afición por su irregular inicio liguero, volvió a entregarse como siempre hace pero por fin tomó las decisiones correctas. Con un gol y una asistencia, firmó el que puede ser su mejor partido con la camiseta de los aragoneses.

Si el fútbol es un estado de ánimo, ahora mismo el Real Zaragoza es la viva imagen de la felicidad. Si hace tan solo unas semanas se miraba la clasificación más hacia abajo que hacia arriba, ahora, irremediablemente, los hombres dirigidos por JIM se han ganado a pulso el derecho a empezar a soñar. Y da la sensación de que, como las cosas vengan de cara, nadie sabe todavía dónde puede estar el techo de este equipo.