La identidad no tiene precio. Ni se compra, ni se vende. Como la nobleza. O el orgullo. Tampoco el compromiso es negociable. No hay dinero en el mundo que pueda arrendar un sentimiento. Como el alma y el corazón. El incalculable valor del arraigo. De la tierra. De casa. De todo eso va la vida. Y el fútbol. De genes, leones y escudos. De La Romareda pregonando su felicidad a los cuatro vientos. De amor. A unos colores y a lo nuestro. De cachorros y camadas. De cantera. De futuro. De esperanza. De Azón y Puche. Aquí están, estos son.

La suerte esta vez burló al Zaragoza en la primera parte, pero no pudo con el descaro de los canteranos

Los dos canteranos rescataron a un Real Zaragoza con licencia para soñar por obra y gracia de un patrimonio de valor incalculable. Esa inagotable factoría de ilusiones y fe que obliga a creer en un futuro mejor. Ellos, que no superan la veintena, como Francés o Francho, encarnan la fe en que hay una vida mejor por delante. Al descanso, sin ellos, el Zaragoza perdía. Con ellos, el equipo aragonés remontó en casa por primera vez en tres años.

Y eso que todo empezó torcido. El fútbol le cobró al conjunto aragonés lo que le prestó hace siete días, cuando permitió que se aliara con la fortuna para salir indemne del acoso de un Almería burlado por un gol que se arrimó a los aragoneses en cuanto pudo. La intervención del azar fue determinante para que el Zaragoza se hiciera después con el partido y con el rival, al que acabó sometiendo. Anoche, el asunto fue parecido, pero al revés. Porque fue la escuadra de JIM la que se topó con la mala suerte en dos ocasiones claras que no acabaron en gol de milagro. Una, de Jair, la sacó bajo palos Pulido cuando el balón ya se adentraba en las profundas mallas. La otra, poco después, fue aún peor. Esta vez fue la espalda de Tachi la que privó del tanto a Francés, que ya había iniciado la carrera de celebración tras recoger una dejada de Jair. En el ecuador de un primer periodo pesado, la suerte, esta vez, daba la espalda a un Zaragoza incómodo ante la tela de araña tejida por el debutante Sandoval.

El temor a que se repitiera la historia de hace una semana pero a la inversa envolvió en sudores fríos a La Romareda, que respiró cuando Cristian despejó con el puño una falta directa botada por Ontiveros con tanta intención como mala leche. Pero el azar tenía otra carta en la manga. Un balón parado colgado desde muy lejos acabó golpeando en Jair para despistar a Cristian y obligar al Zaragoza a tirar de remolque. Mal asunto.

La irrupción

Pero la irrupción tras el descanso de Azón y Álvaro lo cambió todo. El acertado movimiento de JIM, propiciado por las molestias de Sabin Merino y Narváez, convirtió al Zaragoza en un equipo descarado, intenso y aguerrido. Ambos, y la posterior entrada de Puche, contagiaron su entusiasmo al resto ante la impotencia de un Fuenlabrada que no sabía por donde la daba al aire y desnudo ante la desvergüenza de esa pareja de granujas que concibe el fútbol como el juego más divertido del mundo.

Dos avisos de Eugeni (el segundo abortado en la línea de gol por Pol tras una rabona del catalán posteriormente anulada por inexistente fuera de juego) rodearon el momento clave del duelo. Una internada de Chavarría, colosal durante todo el choque, acabó con el balón en la cabeza de Álvaro, extraordinario, para que Azón superara a Sotillos y a Morro para empatar y volver a obligar a creer a una Romareda que comenzaba a barruntar lo que se avecinaba.

Y lo que llegó fue delicioso. La entrada al campo de Puche elevó al Zaragoza a otra dimensión. El canterano, el último cachorro, volvió loca a la grada a base de tesón, sudor y alma. Nada más entrar probó a Morro dos veces, pero a la tercera ya no perdonó. Otra internada de Chavarría, otra dejada de Álvaro y un cabezazo excelso a media distancia del canterano para firmar su estreno goleador con el primer equipo y envolverse en un sueño eterno. 

Faltaba un cuarto de hora, pero el estado depresivo del Fuenlabrada advertía de la imposibilidad de evitar su fatal desenlace. JIM, otra vez enorme en la gestión del duelo, la elección de los cambios y la ubicación de sus efectivos, había retrasado a Bermejo junto a Petrovic en un golpe de mano que acabó por desquiciar a un rival herido de muerte. Su suerte estaba echada.

Hasta el final no pasó nada. De eso se trataba. El técnico zaragocista dispuso tres centrales como escudo ante el balón parado, único arma que aún tenía en la mano un Fuenlabrada sometido por un par de sinvergüenzas. 

 Cristian Alvarez; Fran Gámez, Francés, Jair, Chavarría; Eugeni (Vada, m.80), Petrovic, Jaume Grau (Puche, m.67); Bermejo (Lluís López, m.88), Sabin Merino (Iván Azón, m.46) y Narváez (Alvaro Giménez, m.46).

Fuenlabrada: Morro; Iribas (Gozzi, m.47), Sotillos (Mikel Agu, m.65), Tachi (Adrián, m.78), Pulido, Pol Valentín; Cristóbal, Diéguez, Ontiveros (Anderson, m.65); Pedro León y Bouldini (Zozulya, m.65).

Goles: 0-1. M.32. Jair (propia puerta); 1-1. M.54. Iván Azón; 2-1. M.75. Puche.

Arbitro: Prieto Iglesias (Comité Navarro). Amonestó con tarjeta amarilla a Narváez y Francés por el equipo local, y a Bouldini, Pedro León, Ontiveros y Diéguez por los visitantes, así como al entrenador, José Ramón Sandoval.

Incidencias: partido correspondiente a la jornada 31 de Liga de Segunda división disputado en el estadio La Romareda de Zaragoza ante 14.000 espectadores.