El Periódico de Aragón

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REAL ZARAGOZA

Bandera y orgullo de Aragón

José Luis Violeta es uno de los futbolistas más importantes que ha dado nunca la comunidad junto a Carlos Lapetra, de quien aprendió, y Víctor Muñoz, al que dio la alternativa

José Luis Violeta, durante su partido homenaje celebrado en La Romareda. SERVICIO ESPECIAL

Aragón ha dado un buen puñado de futbolistas significativos en el último siglo pero pocos con el simbolismo y la categoría de mitos como José Luis Violeta, que no solo forjó su nombre con una excelente trayectoria sino que también fue el nexo de unión entre varias generaciones de zaragocismo. Al León de Torrero lo llevó de la mano el que siempre ha llevado la vitola de número uno, Carlos Lapetra, el más magnífico entre Los Magníficos, y Violeta acabó pasándole el testigo a Víctor Muñoz, que no solo tuvo una carrera impresionante sino que ha seguido sirviendo al Real Zaragoza de diferentes maneras.

Tres nombres que han contribuido a hacer más grande al club, que son sin duda bandera y orgullo de Aragón. El primero en llevarla hasta lo más alto fue Carlos Lapetra, cuya zurda exquisita todavía recuerdan los más veteranos, un fuera de serie que vistió la camiseta del Real Zaragoza, y solo la del Real Zaragoza, durante diez temporadas, de 1959 a 1969. Una lesión mal curada le obligó a retirarse con 30 años. Con Los Magníficos ganó dos Copas y una Copa de Ferias en seis finales disputadas en cuatro años. Con la selección fue campeón de Europa ante la URSS y 13 veces internacional.

El genio con el 11 a la espalda se fijó en un chaval que se unió a la plantilla con 20 años, en 1961. «Tú hazme caso y serás internacional», le dijo Lapetra. Y Violeta, que iba al viejo Torrero a fijarse en otro aragonés ilustre, García Traid, le hizo caso y acabó tomando el testigo. «Lapetra fue muy fundamental para mí», recordaba en una entrevista. Compartieron siete temporadas en las que el León de Torrero fue ganando protagonismo en el equipo. Por ejemplo, en la 66-67 fue titular en todos los partidos de Liga.

Carlos Lapetra, con la camiseta del Real Zaragoza. SERVICIO ESPECIAL

Eran dos futbolistas diferentes. Lapetra era el genio, la inteligencia, la clase, la elegancia. Un jugador de una técnica exquisita que sabía dónde quería poner el balón antes de que le llegara. Y lo ponía con precisión. Violeta era la garra, el despliegue físico –él mismo explicaba que tenía 33 pulsaciones en reposo, lo que le permitía aguantar mejor en los tramos finales de los partidos–, la capacidad de sacrificio. También de adaptación, porque empezó en el medio del campo y terminó como defensa.

Los Magníficos se fueron apagando y Violeta mantuvo viva la llama. También tras el descenso de 1971, cuando decidió quedarse porque se sentía responsable, y abrió ya como capitán el camino a otro de los equipos más míticos de la historia del club, el de los Zaraguayos. Violeta continuó al frente, acompañado de otros aragoneses importantes como Javier Planas, Ángel Royo, Manolo Villanova, Chirri, Jesús India o Enrique Porta. Pero, del mismo modo que Lapetra había hecho con él, Violeta cogió de la mano a dos canteranos que, además, se le parecían mucho futbolísticamente.

Víctor Muñoz se abraza con Jesús García Sanjuán en un partido en La Romareda. ANGEL DE CASTRO

Fernando Molinos y Víctor Muñoz eran también dos futbolistas de mucho despliegue físico, incansables. Y admiradores del León de Torrero. El primero recuerda tenerlo en los cromos que coleccionaba de niño y el segundo iba al campo para verlo jugar a él. Víctor Muñoz dio el salto al primer equipo desde el Aragón en mitad de la temporada 1976-77 y acabaron jugando juntos siete partidos oficiales ese año. El Zaragoza descendió y Violeta decidió colgar las botas. Pero su legado siguió con Molinos y Muñoz, con quien se sentía identificado. «Es curioso cómo esta tierra da un perfil de futbolista de estas características. Jugadores como Villarroya, que era incansable, Víctor Muñoz, Güerri, Molinos…», decía en una entrevista con este diario.

Víctor Muñoz jugó en el Real Zaragoza hasta 1981 para después ganar siete títulos en el Barcelona, disputando además los Mundiales de 1982 y 1986. Su carrera le llevó fuera de Aragón pero su zaragocismo le ha hecho volver una y otra vez. Como futbolista regresó para ayudar al equipo en la promoción contra el Murcia en 1991. Como entrenador fue el artífice de los últimos títulos del club: la Copa y la Supercopa de 2004. Unos méritos que le sitúan sin duda entre los aragoneses y zaragocistas más importantes de la historia.

Además, como entrenador fue quien dio la alternativa a otro aragonés que ya forma parte de la historia del club como tercer futbolista con más partidos: Alberto Zapater. Antes hubo otros grandes futbolistas de la tierra como Manolo Torres y Bustillo, entre medias ha habido brillantes aragoneses y zaragocistas, como Güerri y Alberto Belsué, y también quienes han hecho, o siguen haciendo, una notable carrera aunque no sea con la camiseta blanquilla, como Casajús, Villarroya, Cani, Jesús Vallejo o Ander Herrera. Todos ellos son bandera de Aragón.

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