El Periódico de Aragón

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La opinión de Sergio Pérez

El horror del Zaragoza ante el gol, la cruz a Gueye y la fotocopia de Escribá a Carcedo

Giuliano Simeone pelea un balón contra el Málaga. JAIME GALINDO

Aquella tarde de septiembre en Ponferrada se quedó grabada en la retina. La exhibición de Giuliano Simeone fue sublime. Dos goles que le dieron la victoria al Real Zaragoza en un momento muy necesario, justo después del zarandeo del Lugo en La Romareda. Fue una demostración total, de potencia física, de juego directo y desequilibrante, de definición y de cómo agitar un partido hasta hacerlo completamente suyo y firmar debajo del triunfo. Fue un hilo de esperanza con un delantero después de tantas experiencias frustrantes.

Giuliano ya había marcado en la jornada anterior en La Romareda. Esos eran sus tres goles hasta que este sábado le hizo el cuarto al Málaga después de una serie excesiva y desesperante de desaciertos. Pudo marcar en el minuto 20, en el 38, en el 40 y en el 63. Ninguna acabó dentro, unas veces porque definió de manera equivocada, con una muy mala calidad en el golpeo y en otras porque Yáñez le negó la mayor con grandes intervenciones. Sobre sus espaldas no puede recaer aún tan importante responsabilidad. Mejor acompañado volaría.

No solo lo marró todo el joven argentino. Lo fallaron todo casi todos. La tuvieron Bermejo, por dos veces, una de ellas golpeó en el larguero en una falta lateral, Mollejo y Lluís López. Ni siquiera tuvo oportunidad de estrenarse Gueye, al que Fran Escribá le colocó una cruz como la de una catedral en su debut en casa. El Málaga estuvo en inferioridad desde el minuto 13 y el senegalés solo saltó al campo tras el sorprendente 0-1 visitante. Al más puro estilo Carcedo. El fiasco de su fichaje va camino de ser tristemente histórico.

El principal problema del Real Zaragoza se manifestó de nuevo en toda su crudeza delante de sus aficionados contra el peor rival de la categoría hasta el momento y, para más retintín, con uno menos: es un desastre en la definición, en el área rival. Falla y falla y falla y falla y falla y falla. Solo Simeone, la paradoja de este equipo, ya que necesita un elevado número de oportunidades para embocar, acertó a empatar. El club ya ha cambiado de entrenador. Por ahora, los males, y los malos, permanecen. Va a ser difícil que con los mismos jugadores sobre el césped ocurra algo verdaderamente diferente: Escribá jugó con nueve de los once futbolistas que Carcedo utilizó en su última alineación. Y no fueron diez porque Cristian estaba lesionado. Hay la chicha que hay. Su querencia, eso sí, fue mucho más ofensiva. El clavo al que agarrarse en medio de este huracán de malas noticias.

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