La opinión de Sergio Pérez

La energía de Velázquez y la sacudida sobre el Real Zaragoza

Julio Velázquez tiene la misión de arreglar el cortocircuito que se ha encontrado y hacer que la corriente vuelva a fluir entre el entrenador y la plantilla. En Albacete nada de lo pretendido se apreció. Este sábado, contra el líder, el Leganés, el técnico tiene otra gran oportunidad para empezar a mostrar los frutos de su trabajo y su idea, basada en la energía, la agresividad y la recuperación del fútbol perdido

Julio Velázquez, en un entrenamiento con el Real Zaragoza.

Julio Velázquez, en un entrenamiento con el Real Zaragoza. / ÁNGEL DE CASTRO

Sergio Pérez

Sergio Pérez

Ahora parece la prehistoria, algo muy lejano, pero desde la pretemporada hasta este punto de la Liga no han transcurrido más que cuatro meses. En ese periodo feliz empezó a cocerse el Real Zaragoza 23-24 y a ofrecer las primeras señales de maduración adecuada. Los encuentros de preparación sirvieron para constatar que la dirección era la correcta y que el plan quemaba fechas de acuerdo a lo previsto y con las sensaciones esperadas.

El extraordinario inicio de Liga corroboró con resultados aquellas buenas ideas. El equipo ganó los cinco primeros encuentros y se aposentó en el liderato de la Segunda División con una fórmula simple pero de compleja aplicación: eficacia extrema en las dos áreas, en la propia para eliminar peligros y en la rival para convertir en gol casi cualquier acción. Juego y fútbol sólido y vistoso no los hubo, pero sí una rentabilidad máxima de cada situación. La propuesta comenzó siendo ganadora.

Desde ese momento boyante hasta hoy no ha habido más que una concatenación de malas noticias y una caída imparable que aún no ha tocado fondo a pesar de que hubo jornadas en las que la respuesta del Real Zaragoza fue la oportuna para revertir la tendencia y cambiar de dinámica: en Gijón, hasta que Poussin lo tiró todo por la borda; en Burgos, donde por un cauce futbolístico distinto los méritos fueron más que suficientes para ganar o frente al Oviedo en La Romareda, con un caudal de oportunidades altísimo.

Los astros que se alinearon en las primeras jornadas se desalinearon desde entonces. Así hemos llegado a este punto, con el primer entrenador de la temporada amortizado y un mientras tanto terrible: resultados a cual peor, numerosas lesiones en jugadores claves, una alarmante pérdida de identidad futbolística y de cualquier autoestima y casi todos los futbolistas extraviados y a un nivel sorprendentemente bajo. Son raras las excepciones que han sobrevivido a este despeño.

Fran Escribá perdió su trabajo porque la conexión que logró con la plantilla en verano se quebró en el otoño. La chispa que hacía saltar la electricidad entre el banquillo y el césped se apagó y el resultado fue fatal. El valenciano dejó un equipo cadavérico sin constantes vitales. Sus últimos partidos en la dirección ante el Atzeneta y el Huesca evidenciaron el putrefacto estado de las cosas.

Para sustituirlo, el Real Zaragoza ha contratado un perfil opuesto: frente a la serenidad y la manera tranquila de dirigir de Escribá, el club ha puesto al frente de la nave a Julio Velázquez, un comandante, un hombre con mucho carácter, intenso, serio, amante de la disciplina, puro nervio y cuya principal misión será darle la vuelta futbolística al equipo con ideas frescas y, sobre todo, con un chute de energía y brío.

Arreglar el cortocircuito que se ha encontrado y hacer que la corriente vuelva a fluir entre el entrenador y la plantilla. Provocar una descarga emocional y táctica para generar una reacción a través de otra forma de hacer. De momento, en Albacete nada de ello se apreció. Este sábado, contra el líder, el Leganés, Velázquez tendrá otra oportunidad para que su mano se empiece a notar, para demostrar que puede provocar la descarga que acabe con esta racha aterradora y encienda nuevas esperanzas para el futuro.