La opinión de Sergio Pérez

El 'caso Velázquez' y el juez de su destino

En Villarreal, los cerca de 3.000 zaragocistas desplazados al estadio de La Cerámica mostraron su desconfianza y desaprobación hacia Julio Velázquez pidiéndole que se vaya. El Real Zaragoza mantiene su total confianza en el técnico. Como siempre ha sucedido en el fútbol en este tipo de situaciones, salvo en casos tremendamente particulares, el destino de Velázquez lo decidirán los mismos de siempre: los resultados.

Juan Carlos Cordero, Julio Velázquez y Raúl Sanllehí, en la presentación del entrenador.

Juan Carlos Cordero, Julio Velázquez y Raúl Sanllehí, en la presentación del entrenador. / ANDREEA VORNICU

Sergio Pérez

Sergio Pérez

Poco más de tres meses después de llegar a la ciudad para coger el relevo de Fran Escribá, Julio Velázquez ya se ha escuchado ese cántico tan español al que recurren las aficiones cuando quieren mostrar su desaprobación con lo que ven. En La Cerámica, el entrenador se oyó el ‘Velázquez vete ya’ tras el 0-0 con el Villarreal B, un encuentro en el que el Real Zaragoza iba con el objetivo de tomar vuelo y, de momento, se quedó en tierra, eso sí con una nueva posibilidad de volver a despegar este domingo ante el Amorebieta por la combinación de resultados posteriores. Como comprobaron quienes comparten espacio con él, el entrenador no lo digirió bien. Más bien mal.

El tiempo se escapa de las manos en la vida de este club atrapado en un lugar que no le corresponde pero del que no encuentra la vía de salida. Mientras, las semanas, los meses y los años van triturando ilusiones, jugadores y técnicos. Velázquez llegó al Zaragoza el 20 de noviembre. Tres meses después ya está en cuestión por la masa social o, al menos, eso dieron a entender los miles, no uno ni dos ni tres, de desplazados a La Cerámica. Su balance de puntos es el siguiente: 15 de 36 posibles, el 41%.

El último tramo le ha penalizado de modo importante, con dos derrotas en Eibar y ante el Cartagena y un empate tras un mal partido en Villarreal. Pero, sobre todo, le está castigando su lejanía con la manera de entender el fútbol de la ciudad y su propuesta tan conservadora, tanto que él mismo lo ha reconocido de facto cambiando el sistema sobre la marcha cada vez que necesitaba remontar. Esa idea de guardar la viña y esperar a ver qué sucede en cada jornada le valió mientras los resultados le acompañaron, aunque fuera a regañadientes con demasiados empates pero sumando al fin y al cabo. En la última jornada intentó algo más atrevido, pero el bagaje ofensivo fue igual de pobre. El suyo no es un caso aislado. Antes que a él le sucedió esto mismo a muchos otros por razones similares.

Julio Velázquez fue la primera apuesta para el banquillo de Juan Carlos Cordero porque Fran Escribá no lo había sido. Por supuesto, recibió la aprobación de Raúl Sanllehí, el director general con mando en plaza, y del consejo de administración. A día de hoy, la SAD transmite confianza en su entrenador y, como sucedió con Juan Carlos Carcedo y luego con el citado Escribá, su contratación responde a una intención de durabilidad, si es que eso es posible condicionando un segundo año a unas cuantas condiciones.

En esas estamos estos días. El Real Zaragoza se ha encontrado con un problema importante a los tres meses de cambiar de entrenador, sinónimo siempre de malas noticias, crisis e inestabilidad. Velázquez tiene la confianza de la SAD, así que se sentará con normalidad el domingo en La Romareda. La línea que separa la confianza de la desconfianza en el fútbol es muchas veces inapreciable y se inclina hacia un lugar o hacia el otro, como todos ustedes saben, en función de las razones más elementales, los triunfos o las derrotas. Y eso, ni la confianza que muestra el club a fecha de hoy en su técnico ni la desconfianza de la afición hacia una figura a la que ha puesto bajo sospecha, decidirá el destino de Velázquez. Lo decidirán los de siempre en este tipo de escenarios: los resultados.