La 41ª jornada de Segunda

Nada que celebrar. La contracrónica del Racing-Real Zaragoza

El abrazo final entre Víctor y Belsué resume el alivio del zaragocismo tras evitar la tragedia en una de las peores temporadas en la historia del club y un fracaso mayúsculo

Es hora de plebiscitos y de rendir cuentas. De exigir responsabilidades y de pedir disculpas. Lo que ha pasado es inadmisible

Los fieles aficionados zaragocistas animan a su equipo desde la grada de El Sardinero.

Los fieles aficionados zaragocistas animan a su equipo desde la grada de El Sardinero. / CARLOS GIL-ROIG

Jorge Oto

Jorge Oto

El abrazo final entre Víctor Fernández y Alberto Belsué fue lo mejor del partido. El gesto, lleno de zaragocismo del bueno, estaba despojado de artificio y de envoltorio. Un abrazo, como el de miles de zaragocistas, de alivio. De corazón. De alma. Nada que celebrar, en todo caso. El Real Zaragoza seguirá en Segunda. Con todo el dolor que ello supone. Se evitó la tragedia, eso sí, y, de nuevo, tuvo que ser Víctor el que llevara a buen puerto una nave a la deriva. Vino a salvar al Zaragoza y lo ha hecho. Como lo hizo en la 18-19. O como hizo otro Víctor, Muñoz. O Láinez. Todos ellos con el Zaragoza en la sangre y en las entrañas. Leones de corazón. Como Azón. Otro experto en protección civil.

Se acabaron las cuentas, los rosarios, las plegarias y el miedo. O no. Porque convendría tener claro que el Zaragoza simplemente ha salvado el pellejo en una de las peores temporadas de su existencia. El fracaso es mayúsculo. Casi obsceno. Nada que celebrar, insisto. Porque no puede haberlo cuando todo se ha hecho tan mal y se ha puesto en serio peligro el futuro y la vida con incesantes equilibrios al borde del abismo. El Zaragoza, en la que iba a ser su temporada más ilusionante, con dinero y una masa social detrás que llevó al club a no admitir más abonados, se ha salvado del descenso a Primera RFEF en la penúltima jornada del campeonato. Apaguen velas. O déjenlas encendidas un poco más con la esperanza de obtener respuesta a esas oraciones que imploran por la llegada, de una santa vez, de buenos tiempos.

Se ha salvado el Zaragoza, sí, pero es la hora de rendir cuentas. Las exigirá el fin de semana La Romareda en un partido llamado a convertirse en un plebiscito. Arriba y abajo. No puede ser de otro modo ante semejante afrenta a un zaragocismo que acumula cuatro campañas seguidas con el culo apretado y el miedo en el cuerpo mirando siempre hacia abajo y contando solo hasta 50. 

A 14 puntos del playoff y a más de 20 del ascenso directo, el Zaragoza seguirá en Segunda, donde solo el Tenerife lleva tanto tiempo como un equipo rescatado, de nuevo, por los de siempre. Los de aquí. Los de casa. Los nuestros. Cuando todo es oscuro y tenebroso, emerge luz de la tierra para señalar la senda. Víctor lo ha vuelto a hacer, pero ha necesitado la ayuda indispensable de unos críos valientes como el acero que han hecho del miedo una forma de vida. La cantera, el patrimonio más valioso de este club junto a la afición, mantiene a salvo al Zaragoza. El abrazo entre Víctor y Belsué duró tres segundos. Una eternidad.