Hace menos de una década que llegaron hasta Zaragoza las primeras tiendas de ropa vintage. Prendas de segunda mano que estuvieron a la moda en otro tiempo pero que se rescatan para satisfacer los gustos de los modernos y de aquellos con un sentido ético del vestir: comprar un pantalón usado permite ahorrar dinero y reducir la huella ambiental. Ahora, ocho años después, se ha demostrado que aquello no fue un capricho pasajero. No fue una burbuja que haya pinchado. Las tiendas que abrieron entonces, en su mayoría, siguen estando hoy.

Es el caso de Flamingos Vintage Kilo, un ecléctico local en el barrio de La Magdalena (plaza Jordán de Asso) en el que uno puede encontrar ropa real de los marines estadounidenses, de grupos de animadoras de los high schools americanos y de los trabajadores de las industrias del automóvil de Detroit. Y todo ello (casi todo) se vende al peso. «La gente cuando viene se queda mirando hacia todos lados porque tenemos ropa desde el suelo hasta el techo. Una tienda así es la que te podrías encontrar perfectamente en Londres o Berlín», explica la dueña de Flamingos, Cristina Martínez.

La ropa la trae un proveedor de EEUU y todo es original. «La bisutería viene de Los Ángeles», afirma la propietaria del negocio, que abrió en el año 2013. Fue la primera del sector vintage en la ciudad, asegura, y ahora ha conseguido crear un hub, como se dice ahora, en su calle. Junto a ella se han instalado otras dos tiendas de este tipo: GGardens Vintage y Calypso.

Cristina, en el mostrador de su tienda Flamingos Vintage Kilo, en La Magdalena. JAIME GALINDO

Lo que hace diferente a Flamingos es que vende al peso y hay tres precios diferentes: 13, 24 y 39 euros el kilo. «Con el tiempo te acostumbras enseguida. Ahora tengo una báscula en el ojo», dice Martínez. ¿Cuánto pesa este polar?, le preguntan. «Estará entre los 15 y los 19 euros», responde antes de acercarse a la balanza que tiene junto a la caja registradora.

«Tengo diferentes tipos de clientes. Desde gente que busca ropa muy clásica de los años 70, jóvenes que van a la moda u otros, que quiero destacar, que son los que están preocupados por el medio ambiente. Esta ropa (la que vende) está hecha para durar. Ahora lo que te compras en una gran superficie solo te sirve una temporada y hay que tirarlo. Hay toneladas de ropa en el mundo que podrían aprovecharse», afirma esta dependienta.

Cambio de local

Así lo ven también Jota y Patri, que regentan otra tienda de ropa vintage, esta en la calle Méndez Núñez. El local se llama Blue Velvet y llevan abiertos desde hace ocho años. Antes estaban en la calle de la Cadena, donde la gente iba «de propio», pero ahora tienen muchos más clientes que pasan, ojean y se llevan algo. «Cada vez hay más gente concienciada con la sostenibilidad del negocio de la ropa», aseguran ambos, que a pesar de la pandemia están incrementando sus ventas gracias a su nueva ubicación. 

Jota y Patri, los dueños de la tienda Blue Velvet, situada en la calle Méndez Núñez de Zaragoza. CHUS MARCHADOR

Zaragoza, comentan, es una ciudad con suerte en el vintage. «Aquí hay vintage de calidad. En otras ciudades, más grandes, hay más de todo», es decir, más zarrios, explica Jota. «Aquí la gente suele hacer la ruta por todas las tiendas que hay de este estilo. Se pasan por todas y les ves las bolsas. Eso está muy guay», añade.

Te puede interesar:

Otra de las ventajas de estas prendas es su exclusividad. «Si encuentras a alguien con un jersey igual hazte una foto, porque es tu día de suerte», ríen. No es ropa hecha en cadena. Son vestidos y ropajes que sobraron en algún momento y que han llegado al presente para luchar contra el desperdicio. Y para encontrar estas piezas tan especiales Patri y Jota se lo trabajan. «No compramos nada sin verlo antes. Viajamos mucho para poder traer cosas que nos gustan», aseguran.

Para que algo sea considerado vintage, explican, tiene que tener más de 20 años. «Ahora está empezando a venir ropa de los 2000 como los pantalones de tiro bajo... pero eso son para los más atrevidos. El típico Levi’s se lleva siempre», afirma Patri. Y la sostenibilidad debería llevarse más.